The Fabelmans: «Hay gente que nace con estrella y otros estrellados…»

07/03/2023
Texto: SAS Crenshaw
Fotos: Amblin Entertainment / Amblin Partners / Universal Pictures

Un casi anciano Steven Spielberg nos da las gracias por haber acudido al cine para ver su película, algo que hace apenas quince años atrás hubiese sido bastante más insólito. ¿La razón?: el cine, por muy mal que nos sepa, se muere. The Fabelmans, además de retratar la dura y complicada juventud del genial cineasta nacido en Ohio hace ya 76 años, es una carta de amor por y para una industria cinematográfica, cuya existencia está en peligro de extinción ‘por culpa’ de las plataformas de streaming, Netflix a la cabeza de todas…

«No sé si tengo tanto coraje como para hacerlo porque, al fin y al cabo, es la historia de mis padres y no quisiera que se sintiesen insultados…». Steven Spielberg

Deberíamos empezar por el principio, y el principio fue Cecil B. DeMille. Un joven Steven Spielberg acude medio engañado por su padre a ver El mayor espectáculo del mundo, la película que DeMille estrenó en 1952. El joven Steven contaba tan solo con seis años. Ésa fue la primera experiencia cinematográfica del apodado ‘Rey Midas de Hollywood’ que, con los años, acabaría rodando éxitos tales como Tiburón (1975), E.T. (1982) o Jurassic Park (1993)…

Sammy Fabelman (Mateo Zoryan) y sus padres, Mitzi (Michelle Williams) y Burt (Paul Dano), están en la cola de un cine esperando para entrar a ver la mencionada película de DeMille mientras que Burt se esfuerza en explicarle al pequeño el funcionamiento del cinematógrafo, algo que Sammy no logra entender bien hasta que ve la escena del descarrilamiento del tren. El niño se queda petrificado por tal escena y solo piensa en poder recrearla con la cámara de 8 mm que su padre le acaba regalando.

No hace falta ser ningún lumbreras para observar los paralelismos más que evidentes entre estas dos historias… The Fabelmans es pues la historia encubierta de los años de juventud vividos por Steven Spielberg, cuyo guion ha escrito a cuatro manos junto al guionista y dramaturgo Tony Kushner ―colaborador ya habitual de Spielberg en guiones como Munich (2005), Lincoln (2012) o West Side Story (2021)―. De hecho, mientras rodaba Munich, el director le iba relatando a Kushner la historia de su infancia, de cómo se enamoró del cine, de la tragedia del divorcio de sus padres, del bullying que sufrió por parte de un grupo de estudiantes antisemitas durante sus años de instituto en Saratoga, de su romance con una chica ultracatólica, y, cómo no, de sus primeras experiencias tras las cámaras rodando cortometrajes de vaqueros y de guerra como The Last Gunfight (1958) o Escape to Nowhere (1959) con sus amigos. «Algún día tendrás que rodar todo eso…», le sugirió el dramaturgo. Pero Spielberg simplemente se resignaba contestándole: «No sé si tengo tanto coraje como para hacerlo porque, al fin y al cabo, es la historia de mis padres y no quisiera que se sintiesen insultados…».

El plano que muestra a Sammy con la proyección del choque del tren de miniatura en sus manos es un momento, incluso, ‘metafísico-metacinematográfico’…

Una carta de amor por y para el cine

Para alguien cuya figura representa tanto en su vida como lo es la de Steven Spielberg, The Fabelmans es oro puro porque, al igual que DeMille hizo con El mayor espectáculo del mundo, Spielberg enseñó a infinidad de niños, ahora convertidos en cineastas consagrados, a amar también el cine ―el que firma estas líneas sintió lo mismo viendo Hook, el capitán garfio (1991, dir. Steven Spielberg) con solo doce años…―.

Spielberg filma a Sammy (que es el propio Spielberg), usando un plano ya bautizado en la industria del cine en su honor como ‘el plano Spielberg’ (ese travelling lento frontal que enfatiza la ‘maravilla’ que miran los personajes, con el que nos identificamos los espectadores). Es, ciertamente, rizar el rizo. Pero, como he dicho, ese plano es oro, al igual que otro plano que muestra a Sammy con la proyección del choque del tren de miniatura en sus manos, momento que es, incluso, ‘metafísico-metacinematográfico’…

The Fabelmans es oro puro porque, al igual que DeMille hizo con El mayor espectáculo del mundo, Spielberg enseñó a infinidad de niños, ahora convertidos en cineastas consagrados, a amar también el cine.

El director y genio de Ohio no duda ni un solo momento en saber que él es uno de los grandes cineastas norteamericanos del siglo XX y XXI. ¿Un poco pretencioso por su parte…? Para nada, al ser esta película un merecido autohomenaje. «Hacía tiempo que mis padres me ‘chinchaban’ para que filmase su vida antes de que murieran…». Y, al final lo hizo, aunque algo tarde: Leah, su madre, fallecía en 2017 mientras que su padre, Arnold, lo hacía en 2020 ¡a sus 103 años…!

Y es que, como bien dicen, hay gente que nace con estrella y otros estrellados: Steven Spielberg, junto a otros nombres como los de Alfred Hitchcock, Francis Ford Coppola, George Lucas, Brian De Palma o Martin Scorsese…, pertenecerá siempre al grupo de los primeros mientras que otros muchos (que pueden contarse por decenas de millones), pasarán a engrosar el segundo.

Valoración final: **** (Filme declaradamente autobiográfico que, sin ser uno de sus mejores trabajos, resulta un asombroso testamento en vida firmado con gallardía por el mismo Steven Spielberg).

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