Doble crítica #2: «Cazafantasmas: Imperio helado» (2024, dir. Gil Kenan)

15/04/2024
Texto: Octavio López Sanjuán / SAS
Fotos: © Sony/Columbia Pictures / Bron Studios / Ghost Corps. / Right of Way Films

“Entre contentar al fandom y buscar nuevos caminos”

Existe en la última producción del universo Cazafantasmas una fuerte intención de realizar un largometraje que agrade a la mayor parte de entusiastas, grandes y pequeños. Desde los retazos que vemos sobre los Cazafantasmas originales, hasta los nuevos conflictos de la familia Spengler, centrados en la asunción de la joven Phoebe de su estatus dentro de la organización laboral y familiar.

A juicio del que suscribe lo que mejor funciona de este Cazafantasmas: Imperio Helado, aún desarrollándose en la última parte del largometraje, es todo lo concerniente a la mitología de nuevo villano, Garraka, una especie de demonio cornudo y enjuto que congela todo a su paso. Con su mirada inerte y huesuda resulta amenazante, sin duda una feliz adición al universo de la franquicia.

En este sentido, la forma en que está plasmado el villano, recuerda sobremanera a toda esa retahíla de espectros megalomaníacos que la serie de animación Los auténticos Cazafantasmas (The Real Ghostbusters, 1986-1991) mostró en su momento. Por ejemplo, el Samhain del episodio Cuando siempre era fiesta (When Halloween Was Forever, 1986, dir. Richard Raynis), o el maestro de lo onírico del episodio Señor Sandman, sueña algo para mí (Mr. Sandman, Dream me a Dream, 1986, dir. Richard Raynis). Incluso es posible vincular de manera clara este Cazafantasmas: Imperio Helado con la otra serie de animación derivada, El regreso de los Cazafantasmas (Extreme Ghostbusters, 1997). No sólo porque también existían en ella espectros dictatoriales como el del doble episodio inicial Tinieblas al mediodía (Darkness at Noon, 1997, dir. Rafael Rosado), sino porque en el también doble capítulo final, titulado De nuevo en la carretera (Back in the Saddle, 1997, dir. Tim Eldred), se daba una coincidencia maravillosa. Así, tanto la generación original de exterminadores de los sobrenatural como la nueva tropa que aparecía en la última producción, formaban equipo para hacer frente a una suerte de nube fantasmagórica. Y dichos episodios suponían una total recompensa de cara al seguidor más acérrimo, porque por un lado rescataba a los Cazafantasmas originales —aunque Egon Spengler era un habitual de la última serie— y podíamos verlos interactuar con la generación joven de manera dinámica.

 

Desde los retazos que vemos sobre los Cazafantasmas originales, hasta los nuevos conflictos de la familia Spengler, centrados en la asunción de la joven Phoebe, existe en la última producción del universo Cazafantasmas una fuerte intención de realizar un largometraje que agrade a la mayor parte de entusiastas, grandes y pequeños.

Hay mucho de esa dinámica en la última producción de imagen real, con todos los aciertos y errores que eso conlleva. Y eso nos lleva al quizás, el elemento más destacable de la producción: un esfuerzo titánico, enciclopédico y casi maníaco de amalgamar un sinfín de referencias y pasajes no solo al filme original, sino a todo el universo surgido de la mente de Dan Aykroyd y Harold Ramis, desde la segunda parte de 1989 —con el recordatorio de las andanzas de la estatua de la libertad— hasta la citada oda a las series de animación.

Y si el espectro antagonista sobresale por encima de muchos de los elementos del presente largometraje, también lo hace todo lo relacionado con su trama. Es de esta forma que el papel encarnado por Kumail Nanjiani, ese amo del fuego aprovechado pero adorable en su patetismo, supone toda una bienvenida actualización de ese rol similar que encarnaba Rick Moranis con su Louis Tully en la película original de 1984. Aquí, Nanjiani está espléndido, por espontáneo, en sus intervenciones como ese no deseado descendiente de una, bien podríamos decir, proto-Cazafantasmas.

De igual modo, interesa sobremanera toda la parte dedicada a la investigación paranormal, con los diferentes ingenios desarrollados por los ingenieros del equipo, así como la distinta fauna espectral que guardan en el laboratorio con fines experimentales. El intento de maridar esa parte más técnica y científica, tangible en definitiva, con la vertiente más etérea inherente a los fantasmas, posee un gran atractivo y uno se queda con ganas de más. Funciona de manera ejemplar asimismo las implementaciones en el equipo de cazafantasmas, desde el recubrir de latón ciertos equipamientos o el empleo de una trampa-dron, lógica evolución de la trampa teledirigida del filme anterior.

Aunque si hubiera que escoger un elemento en particular, por razones sentimentales, para destacar la narración por mi parte elegiría el bienvenido protagonismo del personaje de Ray Stanz, al que da vida, como siempre Dan Aykroyd. Su presencia en el filme destaca muy por encima del resto de Cazafantasmas originales. Asimismo, comprender que gracias a la creatividad y originalidad del artista —quien ideó no solo las bases argumentales de todo este universo sino infinidad de propuestas inolvidables en el cine y la comedia de finales de siglo— estamos presenciando un entretenimiento más de este estupendo cosmos resulta confortable y muy satisfactorio. Observar su rostro implicado, cuando no disfrutando de todo lo que le rodea, amén de su propio pequeño hilo argumental,nota1 es algo delicioso en este Cazafantasmas: Imperio Helado.■ Octavio López-Sanjuán

Valoración final: *** (Temerosa de innovar y demasiado dependiente del pasado, entretenida con todo).

“Una franquicia congelada”

Si algo tiene de bueno la última entrega de GhostbustersWho you gonna call…?, pues creo que a partir de ahora, a vosotros ya no…― lo acaba de exponer con maestría Octavio en su crítica anterior.

Con unas ganas un poco mermadas debido a la entrega anterior (todo hay que decirlo), me dispuse a ir al cine para ver esta peli, más que nada por fanatismo cuasi religioso ―recuerdo grabarme en un casete los diálogos de las dos entregas originales cuando yo era apenas un renacuajo y aprenderme casi todos sus diálogos de memoria; mi favorito era el de Louis Tully (mítico Rick Moranis) en el que empieza: «Gozer, El Viajante… Vendrá en una de las formas preescogidas. Durante la Rectificación de la Vuldranali, El Viajante toma la forma de un gran Torb…»―.

Así que me senté confortablemente en una butaca de la sala (con ‘mono’ de pantalla grande y gozar del espectáculo) pero, a medida que iban transcurriendo los minutos, mi cabreo iba en aumento… No voy a revelaros más spoilers de los que ya podéis haber visto, pero si la peli empieza más o menos correctamente ―con un prólogo digno del mejor Lovecraft―, la función decae en cuanto aparece la ‘casperina’ amiga de la nieta de Spengler (Emily Alyn Lind, la primera; Mckenna Grace, la segunda…). Esa relación woke me jodió bastante la peli, la verdad sea dicha, amén del cargante personaje que interpreta el actor Paul Rudd, que repite el rol de Mr. Grooberson al que los guionistas intentan meter con calzador tanto a su personaje repelente como su historia paterno-filial un tanto irrelevante para la trama (bueno, ¡qué coj*nes…!, ¡totalmente irrelevante!).

Y es que la nueva reformulación de los Cazafantasmas ―uno de los productos más “originales”, nota2 y, al mismo tiempo, míticos de los años ochenta― es, a cuenta y riesgo del que escribe esto, una mi*rda como un piano… Lo cierto es que intento siempre ser magnánimo con cada película que veo porque sé lo difícil que es sacar adelante una producción cinematográfica ―y más hoy en día, con las plataformas de streaming asesinas de salas de exhibición―, pero es que el defecto que radica en Ghostbusters: Frozen Empire está en su mismo planteamiento…

Bill Murray, ese gran cómico de los ochenta venido a menos […] se ha comportado como un verdadero gilip*llas desde que Ramis y Aykroyd preparaban la auténtica «Cazafantasmas III» desde principios de los 90, momento en que realmente debieron haberla filmado…

Los cazafantasmas eran 3 (bueno, 4) treintañeros ‘frikis’ estudiosos de lo sobrenatural ―Egon Spengler y Ray Stanz eran los cerebritos, mientras que Peter Venkman era el jetas con sentido comercial para el negocio y Winston Zeddemore, el currante asalariado―. Sin embargo, estamos hablando del mundo de los adultos traído al cine familiar, de consumo juvenil y/o adolescente, ¡pero no al revés! La saga, desde Ghostbusters: Afterlife (2021, dir. Jason Reitman), ahora se plantea como un producto de ‘niños’ vendido desde la nostalgia para el público adulto. ¿Hasta cuánto más va a estar Hollywood “tirando de nostalgia”…? ¿Por qué simplemente no hicieron una secuela de Ghostbusters: Answer the Call (2016, dir. Paul Feig) ―sí, la versión femenina―, remake más que notable del universo ambientado en la franquicia creada por Dan Aykroyd y el difunto Harold Ramis…?

Y ahora hablemos de lo peor de la cinta… Bill Murray, ese gran cómico de los ochenta venido a menos desde Lost in Translation (2003, dir. Sofia Coppola) que se ha comportado como un verdadero gilip*llas desde que Ramis y Aykroyd preparaban la auténtica «Cazafantasmas III» desde principios de los 90, momento en que realmente debieron haberla filmado… Todos estaban enrolados para filmarla menos Murray ―al que, de hecho, jamás le gustó la franquicia― que estuvo boicoteando la cinta hasta la muerte del propio Ramis.nota2

La aparición de Murray en esta cinta es superflua, irrelevante y hasta mezquina, ya que se nota que el actor tan solo aparece por el set de rodaje para cobrar el cheque y decir algún que otro chascarrillo. Vergüenza debería darle a Murray de hacer lo que hace… Bastante mejor parado sale Dan Aykroyd, que se nota que ama la franquicia desde el primer día y defiende su personaje como es debido. Hernie Hudson, bueno también.

Todo lo que rodea a la trama es realmente olvidable: Garraka tan solo es una mala copia del Wendigo ―sólo los acérrimos en la obra del mencionado H. P. Lovecraft sabrán de quien hablo…―; hay personajes que entorpecen más que ayudan a contar la historia (la mentada Melody, interpretada por Emily Alyn Lind), Podcast (Logan Kim) ―que aparece sólo para hacer la gracieta de apuntarle a Ray que diga «Suscríbete y dale al Like» en su canal de YouTube― y demás personajes de los que ya ni me acuerdo…

Lo dicho: Ghostbusters: Frozen Empire no sólo decepciona, sino que además, cabrea. Para mí, solamente sirve para ‘canonizar’ Cazafantasmas II (Ghostbusters II, 1989, dir. Ivan Reitman) ―que, por cierto, ya era hora…― y para despedir a Ivan Reitman tras la dedicatoria final.■ SAS

Valoración final: *1/2 (Película que, honestamente, no debería ni de existir…).


  1. Un hilo argumental que recuerda sobremanera al presentado en la mentada serie de El regreso de los Cazafantasmas donde era Egon el que padecía lo explicado en esta película sobre su visión de futuro y su dificultad de aceptarlo.
  2. De original tenía poco, ya que los productores del filme les ‘robaron’ el nombre a una sitcom, emitida en 1975 por la cadena CBS, de la que luego se derivó una serie de animación de Filmation con la participación de un actor disfrazado de gorila…
  3. Ramis y Murray habían reñido durante el rodaje de Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, 1993, dir. Harold Ramis), riña de la que nunca se reconciliaron, si bien es cierto fuentes aseguran de que Murray sí lo hizo estando Ramis en su lecho de muerte…