“Oppenheimer” o la bomba del montaje ‘nolanesco’

27/07/2023
Texto por: SAS
Fotos: © Universal Pictures / Atlas Entertainment / Gadget Films

Christopher Nolan vuelve a estar en boca de todo el mundo con su última producción: Oppenheimer, biopic del inventor de la bomba atómica, con la que pretende ‘sentar cátedra’ en base al orquestado despliegue de todos sus recursos narrativos por los que se ha hecho un nombre en la industria de Hollywood. La sin medida duración del filme actúa más en detrimento que en beneficio de una historia ‘catchy‘ ―muy en la línea de otras del director de Memento― cuya necesidad de autoría resulta más un error que un acierto…

¡¡ATENCIÓN: ADVERTENCIA IMPORTANTE DE SPOILERS!! ESTA ENTRADA CONTIENE ALGUNAS REFERENCIAS RELEVANTES A PARTE DEL ARGUMENTO DE LA PELÍCULA. 

«En Oppenheimer hay una desmedida necesidad de autorrealización como cineasta en detrimento del propio filme de tres horas de duración…».

Un cineasta ahogado en su propia cinefilia

Creo que a estas alturas, nadie pondría en duda el talento de Christopher Nolan como uno de los directores más influyentes de toda una generación… Bueno sí: él mismo. En su última producción, Oppenheimer, parece haber una desmedida necesidad de autorrealización como cineasta, algo que sin duda va en detrimento del propio filme de tres horas de duración…

Dos horas y media fue lo que duró una película tan perfecta como El caballero oscuro (2008, dir. Christopher Nolan), al igual que Tenet (2020, ídem). Pero con Oppenheimer Nolan parece querer ‘hacer sufrir’ al público innecesariamente… «¿No queríais cinefilia…? ¡Pues tomad: tres tazas llenas…!» nos dice metafóricamente su director entre escena y escena y que, a la postre, ha tenido la ‘osadía’ ―o los ‘huevos’, para los lectores menos remilgados― de acreditarse a sí mismo como: «Escrita y dirigida para la gran pantalla por Christopher Nolan»…

A pesar de lo expuesto, el buen gusto con el que filma Nolan resulta intachable y sus ‘golpes de efectismo’ (como el uso del blanco nuclear en algunos de los momentos más acalorados de la cinta) ayudan a aguantar el asiento aún y haber un exceso de diálogo a lo largo del filme.

«Con Oppenheimer parece querer decirnos Nolan: «¿No queríais cinefilia…? ¡Pues tomad: tres tazas llenas…!», con una cinta de innecesarias tres horas».

Un Nolan ‘abayrizado’…

Quizá lo que más le ‘sobre’ a una cinta como la que protagoniza Cillian Murphy de manera impertérrita es un montaje ‘a lo Michael Bay’. ¿Realmente era necesario que algunos planos no duren ni cinco segundos en pantalla, cuando lo que importa en sí es retratar los dilemas morales del apodado ‘padre de la bomba atómica’…?

Dejando también al margen que la película es totalmente tendenciosa y destinada a lavarle la cara a uno de los mayores ‘genocidas’ de la historia de la Humanidad, las interpretaciones que la apoyan son realmente buenas (Robert Downey Jr. como el filántropo Lewis Strauss ―una especie de ‘Salieri’ en el filme de Nolan―; Florence Pugh como la provocativa amante de Oppenheimer, la psiquiatra comunista Jean Tatlock; Matt Damon como el férreo General Lelie Groves ―uno de los constructores del mismísimo Pentágono―) que, de hecho, respaldan a la del propio Murphy como el megalómano Oppenheimer, un Murphy cada vez más cerca de su primera nominación a la preciada estatuilla, premio por el que aún no ha sido nominado.

«Algunos de los planos del filme no duran ni cinco segundos en pantalla, cuando lo importante en sí era retratar los dilemas morales del apodado ‘padre de la bomba atómica’…»

Barbenheimer‘, un fenómeno prefabricado para salvar ambas taquillas

Como que el mundo funciona por modas, los tecnócratas de Hollywood ―quizás en uno de sus momentos más complicados de sus vidas debido a la crisis de las salas de exhibición por culpa de las plataformas de streaming― se han inventado el ‘fenómeno Barbenheimer‘ salido de la supuesta relación que hay entre ellas, ya que el director Quentin Tarantino fue el mismo día al estreno de ambas.

«La apuesta de las distribuidoras por el ‘ fenómeno Barbenheimer’ es un loable esfuerzo por recuperar espectadores en las salas de cine.»

La contradicción que plantea sus argumentos no da solo para montar un jugoso fenómeno de masas con tal de atraer al respetable a las salas de cine, sino que además los fabricantes de ropa han tenido que satisfacer la demanda del color rosa por doquier en todas sus prendas.

A pesar de no haber visto aún Barbie (2023, dir. Greta Gerwig) ―éste cinéfilo no atiende a modas, a pesar de haber estado tentado en hacerlo…― la apuesta de las distribuidoras por el ‘ fenómeno Barbenheimer‘ es un loable esfuerzo para recuperar espectadores en las salas de cine, cosa que parece casi imposible a día de hoy…

Valoración final: *** (Nolan, demasiado Nolan, pero al fin y al cabo, Nolan).

 

 

 

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