«Napoleón»: ecos kubrickianos en la obra magna de Ridley Scott

01/12/2023
Texto por: SAS
Fotos: © Columbia / Sony / Apple Studios / Scott Free Prod.

¡¡ENTRADA LIBRE DE SPOILERS!! LEE TRANQUILO/A: HEMOS REDACTADO ESTA CRÍTICA SIN TENER QUE REVELAR NADA FUNDAMENTAL SOBRE EL ARGUMENTO DE LA PELÍCULA

Cuando la cartelera cinematográfica de estos días está copada de películas de superhéroes más malas que quicio y comedias ñoñas e intrascendentes, el maestro del cine en mayúsculas, Ridley Scott, nos trae un biopic tanto de las hazañas bélicas realizadas por el famoso emperador francés, Napoleón Bonaparte ―si es que podemos calificar de «hazaña» el arte de la guerra― como de sus affaires sentimentales con Josefina de Beauharnais ―que, aunque convertida en emperatriz, debido a los amargos infortunios de la vida, luego pasó a ser solamente la ‘mujer de compañía’ del emperador…―.

Ridley Scott no solo filma para contentar a las masas sino que lo hace, además, para ese cinéfilo que aún aguanta estoicamente sentado en la butaca de una sala de cine esperando ser sorprendido…

 

No estamos ante una película ‘palomitera’ al uso ―Scott es muchísimo más que eso, of course…―; estamos hablando, muy probablemente, de la última gran epopeya cinematográfica que se haga de estas dimensiones, las mismas que en su día tuvieron, por ejemplo, Lawrence De Arabia (1962, dir. David Lean) o Cleopatra (1963, J. L. Mankiewicz – R. Mamoulian – D. F. Zanuck). Y es que Scott no solo filma para contentar a las masas ―aunque la espectacularidad de las batallas son dignas de todo elogio, y todo elogio se quedará corto―, sino que lo hace, además, para ese cinéfilo que aún aguanta estoicamente sentado en la butaca de una sala de cine esperando ser sorprendido.

En la actualidad hay muy pocos realizadores con esa cinefilia tan exacerbada: el citado Ridley Scott, Christopher Nolan, Quentin Tarantino y alguno que otro más… Así que el/la espectador/a potencial deberá saber antes de entrar en la sala que va a ver una película a la antigua usanza, con planos con un peso específico rodados especialmente para ser vistos en la gran pantalla, con una duración idónea, con un metraje exacto, ni más corto ni más largo ―¿cómo debe ser esa versión en Apple TV de 4 horas…?, seguro que excesiva― e interpretaciones que, en muchos momentos, cortan la respiración.

Napoleón es un canto al cine épico y clásico, que tanto puede recordar a un Espartaco  como a un Barry Lyndon, ambas dirigidas por el maestro de maestros, Stanley Kubrick.

 

Scott a la luz y a la sombra de Kubrick

A decir verdad, la película va mucho más a allá de cualquier ejercicio de estilo por la figura de Bonaparte ―ser atormentado en cuanto al amor se refiere, aunque hubiese conquistado media Europa y parte de África―; es un canto al cine épico y clásico, que tanto puede recordar a un Espartaco (1960) como a un Barry Lyndon (1975), ambas dirigidas por el maestro de maestros, Stanley Kubrick.

Hablando de Kubrick, el realizador dejó sin concluir su particular versión de la vida de Napoleón, cuya figura ha hechizado a tantos otros genios, entre ellos a Ridley Scott, que ha recogido magníficamente ese testigo de Kubrick y lo ha sabido imprimir en cada frame de esta maravillosa película.

La fotografía del polaco, Dariusz Wolski ―el director de fotografía de confianza de Scott desde la menospreciada Prometheus (2012)― resulta el plato principal del filme, que recrea impresionantemente grandes lienzos de la historia del arte como la pintura de Jean-Léon Gérôme, «Napoleón frente a La Esfinge» (1886) o el célebre retrato grupal, «Consagración de Napoleón y su esposa Josefina» (1808) de Jacques-Louis David en un alarde de increíble buen gusto cinematográfico.

Y, como he dicho antes, cualquier elogio que diga sobre las batallas que filma Scott se quedará corto. ¿Épicas…? ¿Feroces…? ¿Clásicas…? ¿Impresionantes…? Son todos esos calificativos a la vez y, además, elevados a la enésima potencia. Destacar, en esta breve reseña crítica, la helada Batalla de Austerlitz, especialmente cruel al abatir Napoleón a sus enemigos austro-rusos sobre un lago congelado, cuyos morteros franceses hicieron explosionar el hielo obteniendo así la victoria. La escala tanto de ésta como de las otras batallas es enorme; de hecho, todas ellas son para ‘disfrutarlas’ en pantalla grande ―y escribo ‘disfrutar’ porque Napoleón Bonaparte fue uno de los mayores genocidas de la historia de la humanidad, cuantificándose más de tres millones de muertos bajo sus órdenes militares―.

Brillante estratega, alma atormentada, hombre hecho a sí mismo, Joaquín Phoenix encarna a este megalómano ser y realiza un notable trabajo interpretativo en Napoleón (en las antípodas de su afamado Joker), cuya circunspecta interpretación será ampliamente recordada como una de sus mejores en un futuro, apoyado por una correcta-correctísima Vanessa Kirby en el sacrificado rol de Josefina. Toda una oda al cine a la altura de las circunstancias que acarrea dicho personaje histórico.

La escala tanto de la Batalla de Austerlitz como de las otras batallas es enorme; de hecho, todas ellas son para ‘disfrutarlas’ en pantalla grande.

Valoración final: ***** (¿Por qué intentar sacarle defectos a algo que no los tiene…? Obra magna de su director).

Publicado por Pano Art Books

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