12/09/2024
Texto: SAS
Fotos: © 20th Century Fox-Studios / Brandywine Productions / Scott Free Productions
¡¡ATENCIÓN: ADVERTENCIA IMPORTANTE DE SPOILERS!! ESTA ENTRADA CONTIENE ALGUNAS REFERENCIAS RELEVANTES A PARTE DEL ARGUMENTO DE LA ÚLTIMA PELÍCULA DE ESTRENO.
Antes de empezar con esta entrada —y para que nadie luego se lleve sorpresas—, deberíamos antes diferenciar los conceptos de «saga» y «franquicia». Una «saga» se define por una serie de filmes que narran una misma historia mientras que una «franquicia» comprende todo el merchandising que genera una misma saga. A lo que me refiero, y quiero ser breve debido a la extensión de este dosier, es que la saga Aliens vs. Predator (AVP) que ha generado su propia franquicia, no está considerada dentro de la «saga de Alien». Así pues, no busquéis las fichas de AVP en esta entrada, quizás algún día hagamos un artículo sobre esa franquicia. Por el momento, no gritéis demasiado leyendo este compendio de críticas, porque «en el espacio nadie puede oír tus gritos»…
Alien: el octavo pasajero (1979, dir. Ridley Scott)

Sigourney Weaver interpretó al icónico personaje de la saga, Ellen Ripley. En la imagen, Ripley junto a su amado gato, Jonesy durante el primer filme de la saga Alien.
La película original que inauguró esta saga, la definió su propio director como «La Matanza de Texas de la ciencia ficción». Los directivos de la 20th Century Fox, aprovechando el filón de dicho género que suscitó La guerra de las galaxias (1977, dir. George Lucas), decidieron que debían producir rápidamente otra cinta ambientada en el espacio. Casualmente, Dan O’Bannon y Ronald Shusett habían estado moviendo el guion de Alien por muchos estudios de Hollywood ―a raíz de reescritura del propio guion de O’Bannon, Dark Star (1974, dir. John Carpenter) con un tono mucho más serio…―.
Lejos de querer caer en la serie B, el estudio de la Fox destinó el mismo presupuesto que hizo con La guerra de las galaxias (11 millones de dólares de 1979 ―unos 48 millones de hoy en día…―) para realizar una historia de terror ambientada en el espacio, algo que nunca se había intentado hacer con ninguna otra película considerada de major, es decir, de gran presupuesto. Para ello, el estudio contó con la coproducción de Brandywine, productora montada por el trío de productores Walter Hill, David Giler y Gordon Carroll, y con la dirección del, por aquel entonces, prometedor realizador Ridley Scott del que solo se conocía el filme Los duelistas (1977) en su quehacer.
La sabia dirección artística de Ron Cobb y H. R. Giger en la concepción del monstruo, junto a un reparto de lujo, encabezado por Tom Skerritt y una jovencísima Sigourney Weaver (que saltaría al estrellato con este filme) y una dirección soberbia de Scott, dio como resultado un filme único (a pesar de las fusiladas de algunas pelis de la franquicia), cansinamente imitado pero, a juicio del que escribe, jamás superado. Estampas como la del hallazgo de la nave alienígena, la del ‘nacimiento’ del primer chestbuster del pecho de Kane (John Hurt) o la del enfrentamiento de Ripley (Sigourney Weaver) en paños menores contra el famoso xenomorfo en la nave de salvamento son cosas muy difíciles, a decir verdad, imposibles de superar.
Valoración final: ***** (El filme con el comenzó todo. Una combinación magistral de arte y entretenimiento. Obra maestra de Ridley Scott, en particular, y del cine, en general).
Aliens: El regreso (1986, dir. James Cameron)

Sigourney Weaver (Ripley) junto a la joven actriz Carrie Henn (Newt), fotografiadas juntas en el inolvidable cartel para la película, una de las imágenes más recordadas de la saga.
Con la idea de filmar a «Ripley entre marines», el ahora archiconocido realizador James Cameron (antes no tanto) entró a formar parte del proyecto de la secuela de El octavo pasajero cuando el proyecto parecía estar varado debido a problemas legales entre la productora Brandywine con los estudios Fox. Los primeros demandaron a los segundos ante los tribunales por irregularidades en el pago de los royalties. Con el ridículo argumento de que Alien realmente no fue un éxito financiero ―ingresó más de 100 millones de dólares contra un presupuesto de casi 20― el juicio falló a favor de la productora de Walter Hill. La secuela de Alien (Aliens: El regreso), nunca hubiese podido hacerse sin el tesón y el ahínco que demostró James Cameron, el cual acabó convenciendo a los directivos de la Fox escribiéndoles un título provisional delante de sus narices: “Alien$”, asimilando el símbolo del dólar con la “S” de la secuela. En esta ocasión no habría un solo xenomorfo en el filme sino cientos de ellos, ocultos en una colonia planetaria arrasada por esta mortífera especie.
Los problemas que Cameron tuvo que superar durante el rodaje en los Pinewood Studios ante un equipo flemático de técnicos británicos fueron tantos y tan dispares que solo pudo arreglarlos una mujer, SU mujer: Gale Ann Hurd, que acabó convirtiéndose en el brazo de hierro ejecutor de la producción. Cameron recordó las reacciones de la audiencia al ver Alien en el cine y creyó que sería difícil recrear la emoción y la novedad del original. Entonces, él y su mujer acordaron combinar el horror de Alien con la acción de Terminator, película por la que se le había contratado.
Hoy en día, Aliens no solo está valorada como una de las mejores películas de la franquicia sino que es una de las mejores secuelas jamás realizadas (con permiso de El Imperio contraataca -1980, dir. Irvin Kershner- o la propia película de Cameron de 1991, Terminator II: El juicio final). El enfrentamiento de Ripley contra la Reina Alien, ambas protegiendo a sus crías –Newt (Carrie Heen), esa especie de ‘hija adoptiva’ de Ripley que da un poco de rabia en alguna que otra ocasión…-, el carisma que le ponen Jenette Goldstein y Bill Paxton en sus respectivos roles de Vasquez y Hudson o el impacto que causó en la audiencia las fechorías de Paul Reiser (Burke) –sobre todo a la propia madre del actor, que realmente ‘flipó’ con su hijo, esta se volvió hacia él durante la proyección y le dijo: «Qué cabrón que estás hecho…»–, convierten a este ‘producto’ de la saga en algo digno de admiración.
Valoración final: ****1/2 (Una de las secuelas más queridas por el público a la que tan solo le hace algo de sombra la ‘originalidad de la original’, valga la redundancia).
Alien3 (1992, dir. David Fincher)

Sigourney Weaver (Ripley) aceptó el reto de raparse al cero la cabeza para esta entrega, siendo imitada en el futuro por muchas otras actrices.
La tercera de Alien (si te ha sonado mal esta frase por algo será) empezó a gestarse ya un año después del estreno de Aliens: El regreso, en 1987, con la Fox ahora más que predispuesta a seguir las andaduras de Ripley contra los xenomorfos. Sin embargo, Brandywine lo estaba cada vez menos, queriendo darle un cambio de rumbo a la productora ―cambio que, por otro lado, jamás se produjo―. Si la preproducción fue un caos, con un desfile de guionistas e innumerables reescrituras de guion, llegando a trabajar en el guion de Alien3 ni más ni menos que el padre de la cultura cyberpunk, William Gibson, con su novela Neuromante (1984), la producción aún lo fue más.
La Fox, que ya se había gastado más de 11 millones prácticamente para nada, decidió coger el toro por los cuernos relegando al finlandés Renny Harlin a favor del realizador de spots publicitarios, David Fincher, que debutaría como cineasta en esta cinta, aunque totalmente maniatado debido a las exigencias del estudio ―es el propio Fincher quien reniega de esta cinta, considerando Se7en de 1995 como su verdadera ópera prima―. Fue realmente Sigourney Weaver la que sacó a flote la segunda secuela del xenomorfo que, por cierto, no sale el ‘alien original’ (“drone” o «zángano») sino una especie de ‘perro alien’ llamado “runner” dentro del rico bestiario ‘xenomórfico’… La cinta, a ojos del escribe estas breves líneas, resulta un espectáculo dantesco hecho a base de varias escenas de acción medianamente hilvanadas por una trama bastante floja, ambientada en un planeta prisión de exclusividad masculina, cuyos reclusos han basado su forma de vida en una especie de «fundamentalismo cristiano milenario apocalíptico», según reza la peli.
El caos de la producción se trasladó a la pantalla, ya que muchas veces, la película deambula sin tomar ningún rumbo fijo, amén del potencial desperdiciado de la historia ―que, para más inri, algunos aseguran que Alien3 iba a ser una reversión de Blancanieves y los siete enanitos…―. Con todos sus errores, la película no deja de tener algunos aciertos como el look de Ripley con la cabeza rapada, ampliamente imitada en producciones cinematográficas posteriores (Demi Moore en La teniente O’Neil -1997, dir. Ridley Scott- o Natalie Portman en V de Vendetta –2006, dir. James McTeigue-, por ejemplo), las actuaciones de Charles Dance como el flemático doctor Clemens y Ralph Brown como el pelele Francis «85» Aaron, además de la más que rescatable banda sonora compuesta por un músico tan característico como siempre resulta ser Elliot Goldenthal.
Valoración final: ** (Filme errático desde su concepción con algo de luz en contadas ocasiones, no más que en tres, como irónicamente podría indicarnos su título…).
Alien Resurrection (1997, dir. Jean-Pierre Jeunet)

Sigourney Weaver (Ripley 8) ofreció su última interpretación y la más brutal en esta saga. En la foto junto a la actriz Winona Ryder que interpretó al androide Call.
Con la lección bien aprendida, los directivos de la Fox decidieron seguir con la sólida franquicia de Alien; y es que, a pesar de sus errores más que notorios, ¡Alien3 acabó ingresando 100 millones de dólares netos en la taquilla mundial! Para enmendar aquellos errores cometidos con la entrega anterior, los de la Fox, junto a Brandywine, propietaria de la ‘marca Alien’ contrataron primeramente a un guionista con solvencia: Joss Wheadon, fan de la saga y uno de los script doctors más solicitados en Hollywood ―suyas fueron las reescrituras sin acreditar de guiones tan importantes de los noventa como Speed (1994, dir. Jan de Bont), Waterworld (1995, dir. Kevin Reynolds) y Twister (1996, dir. Jan de Bont)―. De la dirección, que en un principio iba a ser para Danny Boyle, director de Trainspotting (1996), se hizo cargo finalmente el realizador francés, Jean-Pierre Jeunet, director de Delicatessen (1991) y La ciudad de los niños perdidos (1995). Los magnates de Fox buscaban en él su sentido visual único y ‘especial’ (los responsables llegaron a calificarlo de “weirdo” -«raro»-).
En un principio Jeunet casi rehusó dirigirla porque creía que la saga ya había concluido en la entrega anterior con la muerte de Ripley, pero una vez leyó el guion de Wheadon, Jeunet aceptó realizarla con la condición de tener libertad creativa y poder trabajar también con su propio equipo habitual: el director de fotografía, Darius Khondji, el supervisor de efectos especiales, Pitof y el editor, Hervé Schneid ―cosa que, por cierto, no vieron con demasiados buenos ojos parte del equipo norteamericano de la producción, quedándose Marc Caro fuera del plantel siendo sustituido por el diseñador de producción, Nigel Phelps, discípulo del oscarizado Anton Furst por el diseño de producción de Batman (1989, dir. Tim Burton)―. Por exigencias de la Weaver, el rodaje se llevó a cabo en los estudios de la Fox de Los Ángeles: la actriz se negó categóricamente a volver a los Pinewood de Londres como hizo en entregas anteriores, además de aparecer como coproductora del filme, al igual que hizo en Alien3. La actriz de Los Cazafantasmas (1984, dir. Ivan Reitman) compartió cartel en esta ocasión con Winona Ryder, que llevó el rol del ‘sintético’ del filme y Ron Perlman, un pirata espacial con carácter, además del alivio cómico de la cinta, siendo estos tres los actores de primera línea del filme. La trama tomaría lugar 200 años después de Alien3 y se basaría en la clonación de Ripley, la cual compartía ADN con el de los ‘aliens’ adquiriendo ‘gracias a ello’ habilidades sobrehumanas.
Jeunet le imprimió a ‘su alien’ un toque de comedia negra, muy característico en sus filmes anteriores como en Delicatessen, que ayudó a la película en lugar de irle en su contra, ya que no se tomó demasiado en serio a sí misma (de hecho, éste uno de los principales problemas que tuvo ‘el alien de Fincher’, que, por el contrario, sí que se tomó muy en serio su propuesta). El grupo de mercenarios liderados por Elgyn ―encarnado por el siempre efectivo actor de cara increíblemente malvada, Michael Wincott―, resulta la gran baza de la peli y los momentos de tensión se alternan de manera estupenda con los de comedia negra. Las nuevas incorporaciones ‘alienísticas’ son de lo más acertadas: los ‘aliens acuáticos’, el “Newborn” («Recién nacido»), cuyo diseño es maravillosamente horrible y su muerte, impactante (y hasta lastimera), Ripley fundiéndose en un nido de aliens…, incluso hay momentos que se reservan para reflexiones pseudometafísicas. En definitiva, ‘un alien’ muy superior a su predecesor.
Valoración final: ***1/2 (Película de la ‘saga Alien’ del todo subestimada, que tiene ‘mucho de bueno’ y ‘un poco de malo’. Merece la pena revisionarla con ojos frescos y renovados).
Prometheus (2012, dir. Ridley Scott)

El ‘sintético’ David (Michael Fassbender) con la bola del mundo que representa el emplazamiento de la Tierra dentro del mapa estelar de los Ingenieros, una de las mejores secuencias de la película.
En la época en la que comenzó la fiebre por las precuelas ―como ya se adelantó de nuevo a su tiempo George Lucas con sus Episodios I, II y III de Star Wars―, el gran Ridley Scott quiso volver también al universo de Alien pero desde otra perspectiva diferente. Había algo que al propio cineasta le inquietaba y creía que tenía un potencial inabarcable: el “Space Jockey”, es decir, el extraterreste gigante que descubren muerto en el interior del puente de mando de la nave misteriosa con máscara elefantiásica durante el primer Alien de 1979. Con esa idea en la cabeza, en 2002 ―casualmente, el mismo año de estreno del Episodio II de la mentada trilogía de Lucas―, Scott comenzaría las negociaciones con la Fox para la esperada precuela de Alien, saga que había estado hibernando desde hacía casi un lustro. Por su parte, la Fox no estaba muy entusiasmada con el nuevo enfoque de Scott y tomó cartas en el asunto hablando con James Cameron, viejo conocido de la franquicia, para que este dirigiera el crossover, Alien vs. Predator. Cameron les dio un rotundo «no» por respuesta y la major acabó desarrollando en consabido proyecto con el director, Paul W. S. Anderson en 2004. Pero eso se nos escapa, ya que se trata de otra franquicia…
A Scott le interesaba explorar otros temas con esta precuela, más allá del ‘origen de los aliens’. Los ‘ingenieros’, esos gigantes extraterrestres, iban a llevar todo el peso de la narración, una historia para la cual Scott necesitó el talento de dos guionistas diferentes para moldear sus propias ideas en esta película: Jon Spaihts –La hora más oscura (2011, dir. Chris Gorak)- y Damon Lindelof (el creador del ‘nuevo Star Trek’). Se cuenta que Scott tuvo trabajando a Spaiths en el guion de Prometheus durante todas las vacaciones navideñas de 2009. No contento con ello, el director de Gladiator se puso en contacto con Lindelof para que se leyese el guion en una hora y le diera una opinión rápida. Este fue especialmente duro con el borrador de Spaihts diciendo: «Una verdadera precuela debería esencialmente preceder a los eventos de la película original, pero tratar sobre algo completamente diferente, presentar personajes diferentes, tener un tema completamente diferente, aunque tenga lugar en ese mismo mundo». Al día siguiente, la Fox contrataba a Lindelof para una reescritura del guion.
Aquellos temas a los que Lindelof hacía referencia versaban sobre preguntas tan trascendentales como «¿De dónde venimos…?», «¿Quién nos ha creado…?», preguntas ESENCIALES que se ha estado haciendo la humanidad durante más de 2000 años de evolución… Con estas inquietudes, la película se basó parcialmente en el mito griego de Prometeo, el titán que regala el fuego primigenio a la Humanidad desafiando la voluntad de los Dioses y su castigo eterno. Por lo general, Prometheus obtuvo una recepción bastante tibia, aunque muchos críticos la avalaron y la consideraron como una de las mejores películas de la franquicia. Se la definió acertadamente como «la Blade Runner de la saga Alien», ya que esta poseé una fuerza visual y un contenido metafísico-religioso sin igual.
Valoración final: ***** (Al mismo nivel que la original. Reelabora, expande, explora al mismo tiempo que respeta el material primigenio. Todo un exquisito ejercicio de estilo cinematográfico).
Alien: Covenant (2017, dir. Ridley Scott)

El ‘nuevo Alien’ (Javier Botet) que muestra la película, el llamado «Neomorfo», fue lo más impactante de Covenant. En la foto, el personaje de Rosenthal (Tess Haubrich), muerta.
La secuela directa de Prometheus, y al mismo tiempo, precuela de Alien: el octavo pasajero (sí, resulta un poco complicado) se recibió con el aclamo casi unánime de la crítica. Las referencias a su predecesora son continuas: ese prólogo cuasi-metafísico entre Weyland (Guy Pearce) y su creación, David 8 (Michael Fassbender) ―que, al mismo tiempo, no deja de ser, otra vez, el diálogo entre Roy (Nexus 6) y Tyrell visto en Blade Runner, película a la que copiaba conscientement Scott desde Prometheus―, las continuas referencias al personaje de la Dra. Elisabeth Shaw (Noomi Rapace), la ‘heroína’ del filme anterior que en éste prefirieron obviar y, sobre todo, la continuación de la historia de la raza de ‘los ingenieros’, que en esta entrega descubrimos que realmente son ‘destructores de mundos’, metáfora del Apocalipsis, el Holocausto o del Fin de los Tiempos: es realmente brutal la escena del exterminio biológico de la ciudad de los Ingenieros mediante una ‘plaga’ de líquido negro infecto, el mismo líquido misterioso visto en Prometheus…
Sin embargo, aunque Scott volviera a la dirección, el cineasta no contó con ninguno de los escritores de su predecesora. Para la nueva precuela de Alien intervinieron cuatro guionistas diferentes: John Logan ―quien ya había trabajado anteriormente con Ridley Scott pariendo ni más ni menos que un guion como el de Gladiator (2000)―, Dante Harper, Jack Paglen y Michael Green ―experimentado guionista de adaptaciones de cómics para la gran pantalla: Linterna Verde (2011, dir. Martin Campbell), Logan (2017, dir. James Mangold)―. La historia siguió inmediatamente la de Prometheus, transcurriendo once años entre una y otra. Aquí un grupo de colonos, la mayoría de ellos matrimonios, se dirigen en estado de hibernación en el transbordador Covenant hacia un planeta terraformado (Origae-6) para su posterior colonización. El gran navío espacial está monitoreado en todo momento por el androide Walter (Michael Fassbender), pero una repentina tormenta de neutrinos provoca el desastre. Mueren casi todos los colonos y un grupo pequeño son despertados por Walter para las reparaciones. Es cuando reciben una señal de socorro de un planeta desconocido (la señal de Elisabeth Shaw) y debaten si ir en su ayuda. El nuevo capitán, Oram (Billy Crudup) decide asistir la señal a pesar de las negativas constantes de Daniels (Katherine Waterston), la jefa de los colonos, pero no de la nave. Ya una vez en el planeta, algunos de los exploradores serán infectados por unas esporas, siendo asistidos por David, el sintético de la entrega anterior (también Fassbender) que les dará refugio urdiendo un plan de suplantación de identidad…
La película realmente tiene miga y algunas de las escenas más impactantes a nivel del body horror jamás vistas en una película de esta saga. Además, el tema de las parejas matrimoniales (los colonos en ruta a Origae-6) que sufren la pérdida del otro cónyuge fue un gran acierto ya que era un tema poco o nada explorado en la saga de Alien ―especialmente dolorosa resulta la muerte de Faris (Amy Seimetz), la mujer de Tennessee (Danny McBride), el jefe de los pilotos del transborador Covenant…―. El giro final, aunque predecible, es magnífico, al igual que magnífica es la actuación de Michael Fassbender en su doble papel: recordemos el de los androides David 8 y Walter 1. Katherine Waterston en el rol de Daniels (la viuda del capitán de la nave fallecido durante el viaje) resulta más que notable en su papel, aunque comparaciones sean odiosas, el espectador experimentado en la franquicia verá que la sombra de Sigourney Weaver es alargada. ¡Ah, y el Neomorfo es, de lejos, más horripilante e intimidante que su primo segundo, el Xenomorfo de toda la vida!
Valoración final: **** (Película de la saga Alien más que notable, con sus intenciones puestas y resueltas con solvencia contrastada a la que solo se le puede acusar de algo de previsibilidad en su argumento. Es, de lejos, la más oscura y pesimista de la franquicia).
Alien: Romulus (2024, dir. Fede Álvarez)

La nueva estrella de la saga Alien se llama Cailee Spaeny (Rain), en la foto, actriz que aunque no esté a la altura de Weaver, deja el listón muy alto.
Y llegamos a la última película por el momento de la saga (aunque se auguran muchas más) de la que el propio Ridley Scott ha declarado: “It’s a huge movie!” («¡Es una película enorme!»): Alien: Romulus, dirigida por el realizador uruguayo afincado en Hollywood, Fede Álvarez –Evil Dead (2013), No respires (2016)-. Los eventos de este filme tienen lugar entre las dos primeras películas de la franquicia, más en concreto, durante el año 2142, y la historia se centra en Rain (Cailee Spaeny), una huérfana explotada por la Coorporación Weyland-Yutani, cuyo ‘hermano adoptivo’ resulta ser un sintético, Andy (David Jonsson). Ambos se enrolan con unos amigos ―y algún que otro ex…― en una misión de sabotaje con tal de robarle a la Coorporación unas cámaras de criostasis y escapar del planeta Yvaga, donde todos se han convertido en esclavos. Sus peripecias llevarán a encontrarse con los xenomorfos e intentar escapar de ellos en su nave de rescate.
Por sorprendente que parezca, a pesar de haber visto xenomorfos y derivados de ellos durante más de cuarenta años en las salas de cine y en las pantallas de nuestros televisores, la saga de Alien continúa más fresca que nunca con esta Alien: Romulus. De hecho, Scott alabó enormemente que la nueva entrega contara con actores tan jóvenes como los que protagonizan la cinta de Fede Álvarez, un director que no se amedrenta ante una eminencia dentro de la industria del séptimo arte como lo es Ridley Scott. Los momentos de tensión, como el del pasillo repleto de facehuggers por donde tienen que pasar los protagonistas con todo sigilo, merece ya la pena de verla ‘on the big screen’, es decir, «en pantalla grande», que es donde tienen que verse este tipo de películas, mejor dicho, las de este tipo y las de tantos otros ―pensemos seriamente que las salas de cine están en vías de extinción, por desgracia de nosotros, los que nos consideramos cinéfilos…―.
En resumidas cuentas, y concluyendo ya este extenso dosier (que ha dado más de sí de lo que en un inicio nos pensábamos), la última entrega de la franquicia Alien no solo está a la altura de sus predecesoras, sino que en muchos momentos las supera. El espectáculo visual está garantizado, aunque adolezca un poco que su protagonista, Cailee Spaeny, no esté a la altura de una Sigourney Weaver o de una Noomi Rapace, pero hay que tener en cuenta que la ‘chavalita’ también es muy joven aunque ya apunta maneras ―sus intervenciones en Priscilla (2023, dir. Sofia Coppola), interpretando a la mujer de Elvis Presley y en Civil War (2023, dir. Alex Garland) ya son lo bastante remarcables―. Aunque el mejor del elenco es, sin duda alguna, David Jonsson, el androide Andy, cuyos momentos de lucimiento actoral son de lo más diversos, aderezado por un diseño de producción (Naaman Marshall) simplemente espectacular. Y, bueno, el monstruo final tampoco es algo del otro jueves, aunque ‘acojona’ lo suficiente…
Valoración final: *** (La ‘nueva de Alien’ devuelve la tensión y el horror de la original a las nuevas generaciones, aunque, para los que ya tenemos una edad, no acaba de innovar lo suficiente. No obstante, seguro que le entretendrá y sentirá haber amortizado su entrada).

