David Lynch, adiós al cineasta más lyncheano de todos

28/01/2025
Texto: SAS
Fotos: © Chris Weeks / AFI / Libra Films / Dino De Laurentiis Company / CiBy 2000 / Asymmetrical Prod.

David Lynch ha muerto. Es una verdadera pena. Fue un maestro del cine en todos los sentidos. Ahora todos los oportunistas que, en realidad, fueron detractores de su estilo, les faltará tiempo para alabarlo y harán correr ríos de tinta sobre el maestro de Montana… Pero es que, y estoy completamente convencido de esto, muchos de ellos y ellas probablemente lo seguirán menospreciando en la sombra… En fin, el mundo de internet (como en la vida) está plagado de hipócritas que ‘copiapegan’ artículos de la Wikipedia y que solo buscan el clickbait rápido con tal de seguir la tendencia del momento…

Os puedo asegurar de que el autor que firma este weblog se ha considerado siempre un ferviente admirador de la figura de Lynch. Solo por Terciopelo azul, Twin Peaks, Carretera perdida y Mulholland Drive ya podría vérsele como uno de los grandes cineastas del siglo xx. 

Si persistes en la lectura, más allá de esta somera introducción en negrita, es que probablemente te interesará saber algo más sobre la vida y obra de una de las leyendas del ‘nuevo viejo’ Hollywood que, a estas horas, ignoro si continuará ardiendo. Aunque, a decir verdad, ese tema de los incendios también resulta jodidamente ‘lyncheano’…

David Lynch en su estudio de Hollywood en 2002. (Foto por Chris Weeks/WireImage).

 

Un director que ha creado escuela

Pocos directores pueden presumir de que su apellido se use para adjetivar un determinado tipo de hacer cine: kubrickeano (Stanley Kubrick), tarantinesco (Quentin Tarantino) y, cómo no, lyncheano, en honor al cineasta que ahora nos deja, son algunos de los nombres que han pasado a formar parte de nuestro diccionario de la lengua española ―y muy probablemente también pasará con el término spielberiano (Steven Spielberg), espero que sin esa «g» tan cacofónica―.

A lo que íbamos, Lynch, artista mucho más allá a lo circunscrito por la industria cinematográfica, siempre quiso imprimirle a sus películas un claro efecto expresionista, algo que ya vemos en su mismísimo debut con el filme Cabeza borradora (Eraserhead, 1977), filmada en estricto blanco y negro para crear un efecto onírico y, más en concreto, pesadillesco, tono que envuelve la sombría trama protagonizada por el malogrado actor Jack Nance ―que también nos dejó pero este en 1996, a la temprana edad de 53 años―. Este filme financiado con una beca estudiantil y que se alargó la friolera de cinco años (!) sentó ya todas las bases del cine de Lynch: personajes grotescos y extravagantes, ambientaciones de pesadilla, gusto por narrar historias coherentes de manera incoherente y, por supuesto, el surrealismo contenido tanto en los sonidos como en sus historias.

Vemos así que estos cuatro elementos no dejan de repetirse una y otra vez a lo largo de su filmografía, sobre todo en sus obras, valga la redundancia, más ‘lyncheanas’ como Terciopelo azul (Blue Velvet, 1986) ―filme que, recordemos, lo hizo optar al Óscar a Mejor Director― Corazón salvaje (Wild at Heart, 1990), Twin Peaks: Fire Walk with Me (Twin Peaks: Fuego camina conmigo, 1992), Lost Highway (Carretera perdida, 1997) y Mulholland Drive (2001). Este quinteto de películas (junto a la mentada Eraserhead) podrían considerarse los cinco pilares de su filmografía.

El actor Jack Nance en Cabeza borradora (Eraserhead, 1977), todo un icono del cine de Lynch.

Un talento a revalorizar

Como he dicho en la introducción escrita en letra negrita, los seres humanos tenemos la fea y despreciable costumbre de valorar las cosas una vez que ya no las tenemos… En este caso, sustituyamos la palabra «cosa» por «Lynch» y obtendremos un talento cuya tendencia (como en el mundo bursátil) apunta a que se revalorizará de manera exponencial desde el día en que el cineasta, lamentablemente, partió hacia el otro barrio.

Aunque, si en vida hubo muchos que menospreciaron su talento, ahora, una vez fallecido, tampoco estará falto de opositores a su legado… Sin embargo, también serán muchos los conversos a la obra de Lynch, y quizás mucha gente hasta empiece a valorar como es debido su adaptación del filme, Dune (1984) producido por Dino De Laurenttis, en lugar de la trilogía de Villanueva (ejem, quiero decir, de Dennis Villenueve…).

En la humilde opinión del que escribe en este weblog, la adaptación que en su momento hizo Lynch de la célebre obra de Frank Herbert, a pesar de su monumental cabreo por el corte final de la película ―cabreo que le hizo renunciar a dirigir cualquier otra superproducción― es, a día de hoy, una indiscutible obra de culto.

De izq. a dcha. José Ferrer, Sting y Siân Phillips en la adaptación cinematográfica de Dune realizada por David Lynch en 1984 y producida por Dino De Laurentiis.

No obtante, más detractores acumula Una historia verdadera (The Straight Story, 1999), la historia de un anciano que recorre 500 kilómetros de territorio norteamericano a lomos de su tractor para reunirse con su hermano con el que se ha enemistado desde hace más de diez años al enterarse de que este ha sufrido un infarto. Dicha película puede considerarse su obra menos lyncheana y más odiada por los ‘puristas’, pero no por ello menos importante. Richard Farnsworth obtuvo una nominación al Óscar por su papel protagónico y mucha gente que no ‘entraba’ en la ‘onda lyncheana’ repitieron hasta la saciedad aquella maldita frase: «No me gusta David Lynch pero sí Una historia verdadera».

In Heaven Everything Is Fine

Sinceramente, el que aquí firma esta entrada es más del gusto del Lynch de Carretera perdida, para mí, su obra cumbre ―un caleidoscopio de géneros entre el neo-noir y el thriller sobrenatural― o su increíble debut con Eraserhead, una verdadera pesadilla filmada en blanco y negro en la que el director de Montana transmuta todo el sufrimiento que vivió en Filadelfia, lugar donde Lynch pasó muchas penurias económicas en un ambiente feo, repulsivo y delictivo.

De todas formas, en el cine de Lynch siempre existe un momento para la redención: el cineasta siempre redime a sus personajes y condena a otros; parece, en pocas palabras, un cine muy maniqueista pero no basado en los estándares de Hollywood sino en unos patrones mucho más típicos del cine europeo. Es como si Lynch hubiese sido toda su vida extranjero en su propia tierra, cuya admiración/repudio por el American Star System se mezcla perfectamente en algunas de sus películas ―algo que queda más que patente en Mulholland Drive, una de sus obras capitales de su filmografía, o bien en Inland Empire, su canto del cisne como director―.

A la izq. Laurel Near como la misteriosa Mujer del Radiador en Eraserhead (1977). A la dcha. Rebekah Del Río cantando la canción «Llorando» en el Club Silencio durante una escena del filme, Mulhholland Drive (2001).

Es ese “Heaven…” («Cielo…») donde “…Everything Is Fine” («…todo está bien»), que cantaba la extraña Mujer del Radiador en Cabeza borradora, el mismo ‘cielo’ en donde canta «Llorando» la intérprete Rebekah del Río en el Club Silencio durante una escena cumbre de Mulholland Drive.

Es en ese espacio onírico y atemporal donde ahora descansa el alma de míster David Lynch que con una relativamente corta carrera como realizador de largometrajes ―diez en su cómputo global, sin contar, eso sí, sus numerosos cortos, videoclips y spots televisivos―, un Óscar Honorífico recibido en 2020 (donde estuvo parco en palabras pero visiblemente emocionado y con su particular sentido del humor) y una larga trayectoria como pintor (declarado admirador del pintor expresionista Oskar Kokoschka), músico e, incluso, actor ocasional, se ha ganado un lugar de honor en el panteón de los mitos que ha dado Hollywood.

Hacía medio año que David Lynch anunciaba padecer una enfermedad pulmonar provocada, seguramente, por su prolongado tabaquismo, algo de lo que el director siempre presumió hasta el momento de su muerte, así como de la meditación trascendental, ‘religión’ que profesaba el director y que ahora sus hijos piden que se le haga una en su honor.

Adiós, maestro, hasta siempre… ¡Y muchas gracias por todo el arte que nos dejas! ¡Es inabarcable y… muy ‘lyncheano’!

Publicado por Pano Art Books

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