15/03/2016
Texto por: SAS
Fotos: © Walt Disney Pictures / Lucasfilm Ltd.
¡¡ATENCIÓN: ADVERTENCIA IMPORTANTE DE SPOILERS!! ESTA ENTRADA CONTIENE INFORMACIÓN SOBRE PARTE DEL ARGUMENTO DE LA PELÍCULA.
«J.J. Abrams ha decidido hacer una peli para contentar a todos los públicos sin poner demasiado interés en el plano narrativo… Star Wars: El despertar de la fuerza no aporta nada nuevo a la saga, nada que no se haya visto en episodios precedentes.»
Se veía venir… La adquisición de Lucasfilm por parte de los estudios Disney en 2012 auguraba que la nueva trilogía de nuestra querida Guerra de las galaxias estuviera destinada excesivamente a un público infantil. Y así ha sido en parte. Pero lo peor de la nueva peli que sigue la historia principal de Star Wars no ha sido eso… Lo peor ha sido que El despertar de la fuerza no aporta nada nuevo a la saga, nada que no se haya visto en episodios precedentes. Y es que el «bueno» del J.J. (Abrams) ha decidido hacer una peli para contentar a todos los públicos sin poner demasiado interés en el plano narrativo. Volvemos a tener un droide con información esencial para resolver el final (BB-8 reeemplaza a R2-D2 en este aspecto). Volvemos a tener un «pseudo-imperio» (la Primera Orden) liderado por un villano emmascarado (Kylo Ren suple a Darth Vader con «muchísisisisimo» menos carisma). Volvemos a tener una heroína solitaria en un planeta desértico (Rey actúa en el planeta Jakku al estilo de Luke en Tatooine). Volvemos a tener una especie de Estrella de la Muerte (la base Starkiller) destruyendo planetas a tutiplén por la galaxia… El líder Snoke es una copia del emperador Palpatine… La sabia abuelita alien Maz es como el anciano maestro Yoda… Y así tantas otras cosas…
«A George Lucas no le ha gustado el último giro de tuerca de su propia historia y ha comparado a los estudios Disney con ‘tratantes de blancas’.»
No del agrado del «Hacedor»
Y es que ni al mismo George Lucas, padre de la saga original, le ha gustado el último giro de tuerca de su propia historia escrita por el ya versado en materia galáctica Lawrence Kasdan, Michael Arndt y el propio J.J. Abrams como guionistas del descafeinado Episodio VII. Lucas decidió apearse del «tren galáctico» por las duras críticas que recibió tras haber dirigido los Episodios I, II y III. Por ello, decidió que las nuevas películas de Star Wars debían realizarlas nuevos realizadores con nuevas visiones sobre la historia. Pero parece que George Lucas juega un poco a tirar la piedra y esconder la mano, ya que al cineasta le ha desagradado profundamente el look ‘retro’ del filme y ha desdeñado duramente contra la producción de los estudios Disney comparándolos con «tratantes de blancas». Lucas admite que su vinculación por Star Wars aún sigue y seguirá siendo muy fuerte, por eso creo que tampoco le van a entusiasmar demasiado los futuros Episodios VIII y IX, ya en producción.
En una cosa Lucas tiene razón: la historia del Episodio VII es una «mierda». Aunque no lo expresara con tales palabras, se intuye en sus declaraciones: «Les presenté un tratamiento para estos nuevos episodios a los de Disney que ignoraron diciéndome que querían hacer sus propias películas de Star Wars para los fans. Yo les dije que ok. Visto el resultado, no me gusta… Yo sabía la historia de la próxima trilogía y Disney simplemente no la tuvo en consideración…», cuenta Lucas en la entrevista de una hora con el reputado periodista Charlie Rose. En otro momento del tête à tête, Lucas explica cómo la tecnología digital ha matado a las historias en el cine, cosa que, en parte, él ya hizo con la segunda saga (la que comprendía los Episodios I, II y III): el Episodio II, el de los clones, es el más digitalizado y «photoshopeado» de toda la saga entera y fue perpetrado por Lucas. Por eso, no se entiende cómo Abrams, que dijo que en este habrían más maquetas como las de antaño, también haya tirado por el «uso y abuso del digital». Otros fallos graves que tiene la nueva película de Star Wars es el poco o nulo clímax en las escenas de batalla, incoherencias en la historia (¿por qué no abraza Leia a Chewbacca, después de todas las aventuras que han vivido juntos, y en cambio abraza a Rey que no ha visto en su put* vida…?), gadgets que contradicen toda lógica (¿por qué demonios Kylo Ren luce durante toda la peli esa máscara si, como dice Han Solo, no la necesita…?), una partitura sin ningún tema nuevo «al uso»: desconcierta enormemente cómo John Williams, cercano ya a los noventa años, no haya compuesto ningún tema emblemático para la nueva saga (como hizo, lógicamente, en la trilogía original con «The Imperial March» o en la segunda trilogía con «Duel of The Fates»…).
«Ni las apariciones de los ya conocidos Han Solo, Chewbacca, Leia Organa, C-3PO y R2-D2 salvan con sus chistes la enlatada función.»
A mi juicio, El despertar de la fuerza es uno de los episodios más flojos de toda la saga de películas de Star Wars que ni salvan las apariciones de los ya conocidos Han Solo, Chewbacca o Leia Organa. Abrams tenía mil maneras diferentes de continuar con la historia: una anarquía interplanetaria, por ejemplo, o bien una ascensión ilegal al poder de la organización criminal Sol Negro (formada por el clan de los Hutts y demás criminales) planteada en algunos cómics, pero J.J. y su cohorte de guionistas optan por resurgir a una especie de «imperio» con su consecuente «resistencia»… Kylo, la versión descafeinada de Vader, es como un «cosplayer» portando su máscara durante casi toda la película y que solo se quita para asesinar a su padre… ¿Por qué? ¿Acaso tiene complejo de Edipo…? ¿Tenía que suceder de nuevo en una pasarela como la mítica escena de El imperio contraataca, la de «Yo soy tu padre»?. Venga, por favor, que algunos ya lo hemos visto antes… Es que ni tan siquiera C-3PO, que ya nos explicarán por qué ahora va de rojo, ni R2-D2 salvan con sus chistes la enlatada función. Por lo menos Lucas, a quien crucificaron por los tres primeros episodios, demostró entonces tener más inventiva al expandir un universo que él conoce a la perfección. Disney ahora, simplemente, no se lo ha dejado hacer.
Valoración global: * (Un lamentable ejercicio cinematográfico con una película de posibilidades inmensas).