14/07/2016
Texto por: SAS
Fotos: © Anton Corbijn / Peter Saville / Becker Group / Momentum Pictures / Daniel Meadows / Kevin Cummins
«Con solo dos discos publicados: Unknow Pleasures (1979) y Closer (1980), Joy Division se convirtieron en una leyenda para el rock alternativo».

Este próximo 20 de julio se cumplirán 40 años de la formación de una de las bandas más míticas y legendarias que ha dado la historia del rock: Joy Division. Pero, ¿cómo pudieron convertirse estos cuatro chavales de Mánchester en una leyenda para el rock alternativo con solo dos discos publicados? En esta breve entrada, me dispongo a dilucidar someramente algunos de los datos que hicieron que esa leyenda continúe aún viva 40 años después…
Un baterista tocando en la azotea
¿Cómo es posible que con solo dos discos publicados: Unknow Pleasures (1979) y Closer (1980), Joy Division se convirtieran en una leyenda para el rock alternativo? Yo, al igual que muchos, creo que fue por la enigmática figura de Ian Curtis. Curtis era un gran admirador de Bowie y empezó a escribir textos inspirándose en sus canciones. Aunque el sonido que pasó a la historia de los Joy Division no fue solo mérito de los textos de Curtis, Martin «Zero» Hannett, productor discográfico de sus dos únicos álbumes, contribuyó decisivamente en el sonido único de la banda. Hannett, de carrera químico pero que nunca ejerció como tal, se dejó seducir por los textos crípticos de Curtis y, quizá por deformación profesional, exploró con samples, reverbs y con todo tipo de efectos para hallar un sonido inusual nunca oído hasta entonces. Suya fue también la conocida anécdota entre los seguidores del grupo en la que Hannett decidió montar la batería en la azotea del estudio cuando estaban grabando su famosa canción She’s Lost Control debido a una interferencia con un micrófono del estudio. Entonces, el excéntrico productor hizo que Stephen Morris, el baterista de Joy Division, grabara sus partes en la azotea del estudio. Cuando Morris le preguntó a Hannett: «¿Cuándo sabré que he de parar de tocar?», el productor le respondió que alguien iría a avisarle. Grabó la pista de la batería y todo el mundo olvidó que Morris aún seguía tocando en la azotea.
«El productor Martin Hannett contribuyó decisivamente en el sonido único de la banda».

Perdiendo el control
Pero volviendo a la inquietante figura de Ian Curtis, el cantante fue uno de los mayores enfant terribles que ha dado la historia del rock (tan solo comparable con Jim Morrison o Kurt Cobain) y, mayormente, el responsable de fraguar la leyenda de los Joy Division. Curtis, figura atormentada y extrañamente magnética, escribió las letras del grupo desde el lado más oscuro de su alma. Ninguna de ellas fue una «canción al uso» de fácil escucha o apta para llenar discotecas y/o reventar las pistas de baile (la más popular fue Love Will Tear Us Apart, publicada de manera póstuma). A pesar de ello, el grupo cosechó en vida un gran número de admiradores, entre los que se encontraban artistas de la talla de Robert Smith (cantante de The Cure) o Tony Wilson (famoso presentador de musicales que potenció la fama del grupo firmando para el sello Factory Records). La carrera de los Joy Division empezaba a despegar en serio cuando Rob Gretton, mánager del grupo, les anunció que se iban de gira por América. Algo debió cruzarse en la mente de Curtis al oír aquello.
En el filme dirigido por Anton Corbijn (del que hablaré en el siguiente párrafo), se muestra a Sam Riley, el actor que interpretó a Curtis en la gran pantalla, ausente, mirando a la nada mientras los demás miembros del grupo celebran la gran noticia de América. Aquel chico, poeta de vocación, que sufría graves crisis epilépticas durante sus conciertos, con el corazón dividido entre su mujer y su amante (Annik Honoré), comienza a tener serias dudas de su propia existencia. La gente acudía morbosamente a sus conciertos más para verlo tambalearse que para escuchar sus canciones; su matrimonio con Deborah se estaba haciendo añicos y a Curtis cada vez le resultaba más difícil subirse al escenario, hasta el punto de ponerse ante el público brevemente durante 2 canciones en uno de sus últimos conciertos. El 18 de mayo de 1980, Curtis decide acabar con su vida tras sufrir de nuevo un ataque de epilepsia y con The Idiot de Iggy Pop como telón de fondo.
«Ian Curtis fue uno de los mayores enfant terribles del rock y, mayormente, el responsable de fraguar la leyenda de Joy Division: una figura atormentada y extrañamente magnética, que escribió las letras del grupo desde el lado más oscuro de su alma».
Anton Corbijn «tocando desde la distancia» a Ian Curtis
En 2007, el realizador neerlandés Anton Corbijn estrenó Control, el biopic de Ian Curtis y de los Joy Division, basada a su vez en el libro de Deborah Curtis Touching From the Distance. El filme de Corbijn está rodado de manera impecable en blanco y negro, y cuenta con unas interpretaciones excelentes. Corbijn no usa efectismos baratos para explicar la trágica historia de Ian, la historia es trágica por si sola. La película muestra desde los años de estudiante de Ian, pasando por su trabajo como funcionario en la oficina de empleo de Macclesfield (al que acudía con su chaqueta en la que se estampó la palabra «Hate» —»Odio»—), su encuentro con Peter Hook, Bernard Sumner y Terry Mason en el concierto de los Sex Pistols, sus primeros bolos como Warsaw (la formación embrionaria de los Joy Division) y, a partir de ahí, toda la historia resumida de la banda hasta el momento del suicidio de Curtis.
Resulta interesante ver los pocos momentos felices en la vida de Ian: uno de ellos fue el día de su boda con Debbie, el otro cuando deciden tener un hijo. La tórrida historia que tuvo con Annik, la periodista belga que entrevistó al grupo para un fanzine, desgajó su matrimonio e hizo que, al no ser capaz de dejarla, su mujer le pidiera el divorcio. Ahí fue cuando seguramente Ian decidió suicidarse. Al finalizar el film, Debbie halla el cadáver de su marido colgado en su casa mientras Corbijn inserta magistralmente el tema Atmosphere (aparecida por primera vez en el álbum recopilatorio Substance), ese final es tan extrañamente bello y aterrador al mismo tiempo como lo fue hace ya 40 años la música de los Joy Division. RIP Ian Curtis (1956—1980).
«Anton Corbijn, filmó en 2007 la biografía de Joy Division de manera impecable, sin efectismos baratos».