«Starship Troopers», análisis de la banda sonora compuesta por Basil Poledouris. Primera parte

06/04/2016
Texto por: Jordi Castellví
Fotos: © TriStar Pictures / Touchstone Pictures / Big Bug Pictures / Riverside Pictures / Orion Pictures / MGM Inc.

«Verhoeven ha sabido apreciar las cualidades de este interesante compositor, explotándolas a lo largo de tres de sus habituales orgías de sangre a borbotones y violencia desenfrenada a las que nos tiene acostumbrados».

El tándem formado por el compositor americano (aunque de raíces griegas), Basil Poledouris, y el polémico, criticado, controvertido, provocativo, y políticamente incorrecto director Paul Verhoeven, quizás no ha sido tan fructífero como el de John Williams y Steven Spielberg o el de Danny Elfman y Tim Burton, pero con sólo tres colaboraciones ha sido igual de interesante y se ha de reconocer que ha aportado al mundo de la música de cine trabajos tan brillantes como los de los otros. Es una pena, y una injusticia añado, que el espléndido talento sinfónico de Poledouris no sea tan célebre como lo son los de los citados Williams o Elfman, exceptuando, claro, su brutal y salvaje tema principal de la archiconocida Conan El Bárbaro, de una épica y contundencia difíciles de olvidar hasta para un público no especialmente «enterado« en las bandas sonoras originales (BSO’s), lo cual no quiere decir que ese mismo público sepa quién es su autor, y es que es precisamente el más acérrimo aficionado al género el que rescata a Poledouris de padecer, en el plano del reconocimiento, el típico ostracismo popular tipo: «me suena esta música pero no el músico«, pasando esto, casi siempre, con la película de Schwarzenegger.

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«Basil no era para nada un outsider en el género de la fantasía heroica, pues tres años antes a Los señores del acero había compuesto Conan el Bárbaro, por lo que se debió sentir bastante cómodo con esta producción de temática sword & sorcery».

Sin embargo, Verhoeven sí ha sabido apreciar las cualidades de este interesante compositor, explotándolas a lo largo de tres de sus habituales orgías de sangre a borbotones y violencia desenfrenada a las que nos tiene acostumbrados (desde luego de esto hay de sobras en Starship Troopers). El primer film que los une es Los señores del acero (Flesh & Blood, 1985), un largometraje de corte medieval con un tono particularmente anárquico y grotesco. Protagonizado por Rutger Hauer y una joven Jennifer Jason Leigh, fue estrenado en pleno apogeo de la fantasía heroica, género en el que Basil no era para nada un outsider, pues tres años antes había compuesto Conan, por lo que se debió sentir bastante cómodo con esta producción de temática sword & sorcery pese al distinto planteamiento fílmico y musical (de hecho, lo más probable es que los productores le escogieran a raíz de su eficacia en aquélla).

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«El motivo musical de 9 notas de Robocop, en la versión heroica a base de trompas, no dista mucho a la socarronería implícita en la marcha militar «Klendathu Drop» de Starship Troopers».

A esta película le siguió el debut americano de Verhoeven: Robocop (1987), que es el film cyberpunk que le dio a conocer en Estados Unidos a pesar de que Los señores del acero ya estaba financiada con capital americano. Sarcástica, cínica y despiadada, Robocop era una metafórica sátira sobre la sociedad del momento (perfectamente extensible a nuestros días), que arremetía irónicamente contra los deshumanizados holdings, la frivolidad y manipulación de los mass media, y la degradación del sueño americano (capitalista) en general, todo ello revestido en un envoltorio de hiperbólica violencia y con Peter Weller en el papel del cyborg policía. Esta crítica visión de Verhoeven debió de servirle a Poledouris para preparar lo que se le avecinaría en un futuro con Starship Troopers, otro agresivo retrato futurista mezclando ultra-tecnología y desfasados momentos sangrientos, pero potenciando tales elementos hasta cotas paroxísticas. Además, el motivo musical de 9 notas de Robocop, en la versión heroica a base de trompas, no dista mucho, en su carga ideológica, en su esencia narrativo-emocional (no en su forma, claro) a la socarronería implícita en la marcha militar «Klendathu Drop« de Starship Troopers, aunque en menor escala, eso sí.

Esta sería, pues, la última colaboración entre el llamado por la crítica, «holandés errante» y el compositor de Kansas. A partir de entonces el cine del autor de Delicias Turcas o El cuarto hombre, estaría dominado, a principios de los 90, por la genialidad de Jerry Goldsmith, con la percusionista Desafío Total (Total Recall, 1990), y la sensual Instinto Básico (Basic Instinct, 1992), (exceptuando Showgirls,  1996, de David A. Stewart). No sería hasta 10 años más tarde, en 1997, cuando se volverían a juntar sus caminos en la BSO de Starship Troopers.

(Continuará…)

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El compositor y maestro, Basil Poledouris.
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