28/04/2022
Texto: SAS
Fotos: © Pathé / TF1 Films Production / Wildside
En la última producción de Annaud hay ecos de su celebérrima adaptación de El nombre de la rosa (1986), cuando arde la preciada biblioteca en la novela de Umberto Eco. En esta ocasión, Jean-Jacques Annaud retrata fielmente la sucesión de hechos que llevaron el día 15 de abril de 2019 al incendio de uno de los edificios más emblemáticos franceses y de toda la cristiandad: la catedral de Notre-Dame de París.
Si algún crítico de ‘prestigio’ leyera la frase que estoy a punto de escribir, me tacharía rápidamente de ‘aficionado’, pero me resulta inevitable decir que Arde Notre-Dame (2022, dir. Jean-Jacques Annaud) y Cazafantasmas II (1989, dir. Ivan Reitman) tratan de lo mismo. Dicho esto a lo bruto, parece como si me hubiese fumado un porro, como declaró el mismo director de esta disaster movie a la francesa al seguir minuto a minuto el incendio de la catedral por la tele en directo: «Parecía escrito por un guionista de Hollywood que se hubiera fumado un porro…».
Pero el que escribe estas líneas, lejos de considerarse un crítico de ‘prestigio’, antes se considera un buen crítico que ha tenido la particularidad de haber mamado mucho cine de los 80 y que es capaz de reconocer escenas similares a lo largo de todo el relativamente corto/amplio bagaje cinematográfico que llevo a mis espaldas…
De hecho, en la última producción de Annaud ―inicialmente un documental que llegó a evolucionar por sí mismo― hay ecos de su celebérrima adaptación de El nombre de la rosa (1986), cuando arde la preciada biblioteca en la novela de Umberto Eco. En esta ocasión, Jean-Jacques Annaud retrata fielmente la sucesión de hechos que llevaron el día 15 de abril de 2019 al incendio de uno de los edificios más emblemáticos franceses y de toda la cristiandad: la catedral de Notre-Dame de París.
Este edificio es remarcable porque alberga las tres reliquias de Cristo: su corona de espinas, uno de los clavos de la crucifixión y un fragmento de la Vera Cruz, el soporte original donde murió el Mesías. Con la amenaza del fuego, estas reliquias pudieron haberse perdido para siempre de no ser por las acciones valerosas de un pequeño reducto de bomberos que fueron más allá de su deber por salvaguardar tales exequias, así como la catedral parisina que es, en sí misma, uno de los testimonios más gloriosos del estilo gótico (catalogado, además, con el título de Patrimonio de la Humanidad en 1991). Annaud mezcla, con una habilidad cuasi de realizador de noticiarios, múltiples imágenes reales del incendio de Notre-Dame montadas junto a su material ficticio, donde usa dobles y triples pantallas para dotar al conjunto fílmico de más realismo. Además, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se prestó para hacer un breve cameo durante el filme, algo que sorprendió incluso al propio Annaud.
Annaud mezcla, con una habilidad cuasi de realizador de noticiarios, múltiples imágenes reales del incendio de Notre-Dame montadas junto a su material ficticio, donde usa dobles y triples pantallas para dotar al conjunto fílmico de más realismo.
La Virgen llorona
En el tramo final de la película, cuando los bomberos pierden toda esperanza de salvar el emblemático monumento arquitectónico, uno de los bomberos sugiere un plan suicida para salvarlo de las llamas ―de hecho, este plan tuvo que ser autorizado por el mismo Emmanuel Macron, que lo hizo simplemente guiñándole el ojo al jefe de operaciones de los bomberos encargados en las labores de su extinción…―.
A lo largo de la narrativa fílmica del desastre, Annaud sabe regalarnos con exquisito gusto cinematográfico un par de imágenes para el recuerdo. Para mí destaca entre todas un plano corto de la estatua de la Virgen María, la cual parece llorar por la tragedia que se cierne sobre la catedral cuando una gota de agua, ennegrecida por el hollín, parece emanarle del ojo, discurriéndole lentamente por la mejilla. Además de ser este un plano bellísimo, expresa de manera metafórica (cuasi metafísica) todo el drama del suceso contenido en un metraje de casi dos horas de duración.
Annaud sabe regalarnos con exquisito gusto cinematográfico un par de imágenes para el recuerdo. Para mí destaca entre todas un plano corto de la estatua de la Virgen María, la cual parece llorar por la tragedia que se cierne sobre la catedral.
Pero, ¿por qué quise hermanar este filme con otro tan ‘trivial’ como el mentado de Ivan Reitman al principio de esta entrada…? Tras ver que las llamas no cesaban en el interior del templo, una multitud de fieles y ciudadanos parisinos de a pie se congregaron en las inmediaciones y entonaron juntos cánticos demandando un milagro para que los bomberos lograsen sofocar el incendio, antes de la destrucción total del monumento; la escena paradójicamente es la misma que la de Cazafantasmas II, cuando una multitud de neoyorkinos entonan un cántico a unísono para festejar el Año Nuevo de 1990, una acción positiva que hace romper la cúpula de mocos rosas que envuelve el museo donde trabaja Dana (Sigourney Waever), lugar en el que los populares parapsicólogos luchan contra un malvado espíritu cárpato.
Es realmente la fe la que hermanó a los parisinos y parisinas durante la madrugada del 15 al 16 de abril de 2019 frente a la catedral gótica, una fe parecida que movió a los neoyorkinos en el filme de Reitman. La gente clamó un milagro para salvarla de las llamas (llamas que, en muchos momentos del filme, aluden a las del mismísimo Infierno…). De hecho, el cántico que escucha uno de los bomberos, Annaud lo retrata cual si hubiese sido la misma fe que salvó aquel día Notre-Dame de París…
Valoración global: **** (Annaud demuestra que sigue siendo uno de los mejores cineastas franceses filmando pulcramente la tragedia real de Notre-Dame. No decepciona.)