Hace pocas horas me acabo de enterar del repentino fallecimiento de Andy Rourke, el que fuera el bajista de los legendarios The Smiths: junto a Morrissey a la voz, Mike Joyce a la batería y Johnny Marr a las guitarras —con este último le unía un fuerte vínculo de amistad…—. Y aunque jamás me haya considerado como un fan a ultranza de esos que se tatúan las flores que tiraba Morrissey al respetable durante sus memorables conciertos o bien el nombre de la celebérrima banda mancuniana en mi antebrazo izquierdo, considero que los Smiths fueron una de las formaciones más importantes de los años ochenta que supieron definir muy bien ese sonido ‘indie’, sonido que acabarían imitando hasta la saciedad otras bandas como The Stone Roses o The Libertines, siendo, además, uno de los grupos de rock and roll más influyentes de todos los tiempos.
El verdadero culto que existió, existe y existirá siempre por los Smiths es algo casi litúrgico, y, tanto su particular sonido como el mayor grueso de sus seguidores, vino, en mayor medida, por la admiración hacia su bajista, un muchacho «raro», como le define post mórtem su gran amigo Johnny Marr que «a casi nadie le caía bien…». A los quince años él y Rourke vivían juntos y no paraban de practicar con la guitarra pero, sigue contándonos Marr: «Andy no floreció como músico hasta que cogió el bajo eléctrico donde encontró su singular talento […] reinventando el sonido de este mismo instrumento…».
El sonido de la guitarra de Marr y del bajo Rourke estaban tan bien compenetrados que es prácticamente imposible imaginarse el uno sin el otro. Por otra parte, la simbiosis que Rourke tenía con Mike Joyce en la parte rítmica era realmente maravillosa.
Para alguien como yo (que no dejará nunca de ser un humilde aprendiz de bajista), siempre consideraré a Andy Rourke como un verdadero «bass hero» —a pesar de no ser tan popular este término como otros (¿os suena más «guitar hero», verdad…?)—. Lo que hizo Andy Rourke al bajo y, particularmente en las canciones de los Smiths, fue algo muy difícil de que se vuelva a repetir en la historia del rock… El sonido de la guitarra de Marr y del bajo Rourke estaban tan bien compenetrados que es prácticamente imposible imaginarse el uno sin el otro.
Por otra parte, la simbiosis que Rourke tenía con Mike Joyce en la parte rítmica era realmente maravillosa. ¡¡Había canciones de los Smiths que funcionaban únicamente con la sección rítmica!! Sino me creéis, poneos el solo de Rourke en la canción «Barbarism Begins At Home» (6:23 aprox. del vídeo que os dejo a continuación) contenida en su álbum Meat is Murder (1985, Rough Trade) y ya veréis a lo que me refiero.
Rourke fue —qué raro y, al mismo tiempo, triste me suena el verbo «ser» en pasado para referirme a este gran músico que nos dejó el pasado 19 de mayo…— un bajista completo: tocaba a la perfección tanto con púa como sin púa (muchos otros bajistas tocan sólo «con» púa o bien «sin»). No obstante, Rourke dominaba tanto las cuatro cuerdas tocando con sus dedos (por ejemplo, en la maravillosa «This Charming Man» donde es más agradable el sonido que generaban las yemas de sus dedos) como con el plectro (por ejemplo, en la definitoria «How Soon Is Now?») que le otorgaba un sonido electrizante y mucho más acorde con la mencionada canción.
Siempre consideraré a Andy Rourke como un verdadero «bass hero». Lo que hizo al bajo, particularmente en las canciones de los Smiths, fue algo muy difícil que se vuelva a repetir en la historia del rock…
Andy Rourke nos deja prematuramente antes de cumplir los sesenta años víctima de un cáncer de páncreas, algo ciertamente trágico pero no por lo que le ha sucedido solamente al músico de Manchester sino también a otros artistas que nos dejaron demasiado pronto por causa de esta misma enfermedad letal como, por ejemplo, el actor Patrick Swayze o del mundo de la ‘alta computación’ como el tecnócrata Steve Jobs…
Como tu ex compañero de banda, Mike Joyce, ha dicho sobre ti: «Tu legado musical es perpetuo…». Andy Rourke, descansa en paz.