Creed III: «Una de ‘Rocky’ sin Rocky…» + Dosier Saga Rocky: «El boxeador del pueblo»

¡¡ATENCIÓN: ADVERTENCIA IMPORTANTE DE SPOILERS!! ESTA ENTRADA CONTIENE ALGUNAS REFERENCIAS RELEVANTES A PARTE DEL ARGUMENTO DE LA PELÍCULA.

22/04/2023
Texto: SAS Crenshaw
Fotos: © MGM-UA / Warner Bros. / New Line Cinema / Chartoff-Winkler Prod.

Tenemos buenas y malas noticias. Las malas primero, ¿no? (siempre suelen darse antes…). Las malas son que, muy probablemente, con Creed III nos encontremos ante la peor película de la Saga Creed y, por extensión, de la de Rocky (¡atención: 9 pelis en 47 años!). Las buenas son que el legado continua y que tendremos películas de bravíos púgiles para rato (Creed IV ya es una realidad, según declaraciones de su director y protagonista, Michael B. Jordan). Pero en esta entrada no estamos para hacer rumorología sino para hablar del presente y del pasado de nuestra mayor pasión: el cine. Así que enfundaos bien los guantes porque tras nuestra crítica de Creed III os espera un completo dosier de toda la saga de nuestro querido Potro Italiano: ¡el boxeador del pueblo, Rocky Balboa!

«La sombra de Rocky es alargada…» es una de las frases que resuenan en la nueva película de Creed. Y es que, aunque nuestro querido boxeador interpretado por Sylvester Stallone no aparezca en esta entrega, este parece estar omnipresente a lo largo de la primera película del púgil afroamericano Adonis Creed dirigida por su propio protagonista: Michael B. Jordan, emulando así la labor de Stallone al ponerse delante y detrás de las cámaras en este tercer spin-off de la Saga Rocky y novena en el orden cronológico.

Creed III ha recibido grandes elogios por parte de la mayoría de la crítica especializada. Razones no le faltan. El pulso del novel en la dirección, Michael B. Jordan es, a lo sumo, notable. El problema de esta entrega radica en que no reinventa nada y usa fórmulas que ya funcionaron antaño pero que, tras cuarenta y siete años, ya sabemos por dónde irán los tiros, con lo que se pierde considerablemente el factor sorpresa.

Contrariamente a lo que sucedía en anteriores entregas, el villano no es un villano en realidad: Damian se erige casi como el héroe de la función.

Cuando se presenta el personaje de Damian (Jonathan Majors), entrañable, a decir verdad, para el que vio recientemente el filme ―por cierto, en una sala de, literalmente, cuatro filas…―, sabemos que deberá enfrentarse al púgil retirado (Adonis Creed) y que el primero perderá contra el segundo (lo siento, ya avisé debidamente al principio de la entrada de spoilers importantes) debido a su desmedido afán de venganza… Y es que, contrariamente a lo que sucedía en anteriores entregas, el villano no es un villano en realidad: Damian se erige casi como el héroe de la función (salvo por algunas secuencias que lo envilecen de una manera algo torpe).

Damian representa lo que era Rocky en la antigua saga, un hombre salido del barro que lucha por ser alguien. Por lo tanto, que Creed ―un boxeador ricachón retirado, que casi lo rebaja ofreciéndole una limosna durante un almuerzo― venza el combate final resulta hasta contradictorio para el buen desarrollo de la trama. Stallone lo sabía. Y quizás fuera por esta razón por la que se negó a salir en la nueva entrega: porque sabía que Damian era, en realidad, Rocky.

Valoración final: **1/2 (La factura técnica es espectacular, aunque eso no palía las deficiencias argumentales de Creed III. Un rollo macabeo muy bien hecho).

 

Rocky (1976): «Honores al Potro Italiano»

¿Qué otra mejor manera de empezar este dosier púgil que con la original…? Rocky fue un filme dirigido por John G. Avildsen en 1976, el cual batió records, en un principio, imposibles. El guion fue obra del propio Stallone, siendo famosa la anécdota de que el mismo actor tuvo que vender a su perro Butkus porque no podía alimentarlo. Sin embargo, tras el éxito alcanzado por la película, el protagonista de dicha cinta pudo recuperarlo ―es el mismo perro raza bullmastiff que aparece en las dos primeras entregas de la saga―.

La interpretación sincera y emotiva de Stallone junto a la de Talia Shire (seudónimo de la hermana de Francis Ford Coppola) fueron claves para el triunfo de una película que emocionó a toda una generación. Mucha gente de la clase obrera se vio reflejada en la lucha de Rocky por convertirse en el campeón mundial de los pesos pesados, cuyo memorable oponente fue Apollo Creed (inconmensurable Carl Weathers en su papel). La dirección de Avildsen, sin demasiados artificios ―oscarizado por su trabajo tras las cámaras―, fue decisiva para que esta pequeña película de menos de 1 millón de dólares de presupuesto… ¡recaudase 224 veces su inversión inicial! El Óscar a la mejor película ese mismo año 1976 fue el broche de oro perfecto para honrar la historia del apelado Potro Italiano sobre el cuadrilátero.

Valoración final: ***** (El filme con el que comenzó la saga es, sencillamente, el mejor de todos. Nada más y nada menos).

 

Rocky II (1979): «La mayor historia de un triunfo jamás contada»

Si Rocky asentó bien las bases de cómo debía ser una película deportiva que no aburriera y emocionase al público, su secuela, lejos de ser un producto vacío y repetitivo, resultó ser la conclusión de la anterior llevando todavía más alto la historia de Robert ‘Rocky’ Balboa a nivel emocional en su empeño de convertirse en el mejor boxeador del mundo ―recordemos que en la anterior pierde técnicamente contra Apollo Creed, aunque el público lo vitorease como el auténtico ganador del combate…―. Creed (de nuevo interpretado por Carl Weather, tan brillante como en la anterior), acepta enfrentarse nuevamente contra Rocky celoso del cariño del público mientras que El Potro Italiano contrae matrimonio con Adrian y ambos padecen serios problemas económicos al no encontrar Rocky un trabajo normal.

Tras unos enormes recelos de la United Artists (la distribuidora del filme en Norteamérica) para que el mismo Stallone se hiciese cargo de la dirección de la cinta ―ya que el actor había debutado tan solo un año antes como director en Paradise Alley, la cual fue un enorme fiasco comercial―, finalmente el actor se responsabiliza de la dirección de una película que no solo está al mismo nivel que la anterior sino que, en muchos momentos, la supera: la secuencia de la subida a las escalinatas, donde una multitud de chavales acompañan al púgil vitoreándolo con la típica fanfarria compuesta por Bill Conti, es una de las más emotivas de toda la saga.

Valoración final: ***** (Esto realmente no es una secuela sino la conclusión épica de la primera película, pese a tener ese feo número romano detrás del título… Apoteósica).

 

Rocky III (1982): «Rocky contra M.A. Barracus…»

La película donde sonó por primera vez «Eye of the Tiger» del grupo de hard rock Survivor enfrentó a Rocky contra James ‘Clubber’ Lang (Mr. T) ―posteriormente, el actor afroamericano triunfaría en la pequeña pantalla como el mítico M.A. Barracus en la teleserie de los años 80, El equipo A)―. A pesar de no ser una de las mejores de la saga (a ojos del que escribe este dosier), esta es la película donde el entrañable entrenador de Rocky, Mickey Goldmill (Burgess Meredith) brilla con luz propia, ofreciéndonos una de sus mejores interpretaciones, no solo en esta saga de púgiles sino de toda su carrera ―recordemos que aquí es donde fallece de un ataque al corazón, dejando anímicamente destrozado a nuestro héroe de los guantes rojos―.

Esta fue la entrega donde la amistad entre Rocky y Apollo Creed, su antiguo rival y ahora íntimo amigo, se afianza aún más, convirtiéndose en el entrenador personal de Rocky tras la muerte de Mickey. Lo mejor de la trama es cuando Rocky descubre que la mayoría de los combates han sido amañados por su difunto entrenador para obtener fácilmente la victoria, algo que hará que Rocky luche psicológicamente consigo mismo.

Valoración final: *** (Sin ser la mejor de la saga, guarda momentos emocionantes y, sobre todo, tenemos la presentación de la canción convertida en himno: “Eye of the Tiger” de Survivor).

 

Rocky IV (1985): «Cuando la Guerra Fría se subió al cuadrilátero»

A principios y mediados de los ochenta, Hollywood empezó a hacerse eco en sus producciones de la Guerra Fría contra la Unión Soviética en filmes como, por ejemplo, Juegos de Guerra (1983, dir. John Badham) o Noches de sol (1985, dir. Taylor Hackford). Rocky IV no solo fue otra que transitó por esa misma senda sino que se convirtió en una de las películas más recordadas de las protagonizadas por Stallone, así como una de las más icónicas que dio aquella prodigiosa década cinematográfica. La trama enfrentó al púgil oriundo de Filadelfia contra el monstruoso Ivan Drago (Dolph Lundgren) ―efectivamente, el futuro He-Man de carne y hueso―; y aún más, ¡combatieron en la gélida Rusia! ¿Qué más se puede pedir…?

La película muestra uno de los mayores puntos de inflexión en la vida del Potro Italiano: cuando el púgil soviético mata a Apollo Creed durante un combate de exhibición en Las Vegas, una de las secuencias más dramáticas de toda la saga. Los remordimientos de conciencia que llevará Rocky a partir de entonces sobre sus hombros por no haber detenido el combate de exhibición a petición del propio Creed, se convertirá en una de las motivaciones principales para él hasta que vengue la muerte de su amigo y compañero encima del ring: todo un drama de Hollywood a la antigua usanza. Las sesiones de entrenamiento en la helada Rusia (en realidad, Wyoming) resultan, a día de hoy, aún memorables; al igual de mítico resulta el combate final entre Rocky y Drago rodeados de miles de soviéticos embravecidos… ¡Además, el combate estuvo presidido por el mismísimo Mikhail Gorbachov!

Rocky IV recaudó la friolera de 300 millones de dólares, convirtiéndose en la más taquillera de todas las películas de Rocky Balboa y, a pesar de sus críticas no demasiado entusiastas por parte de la crítica especializada ―ganó 5 premios Razzies y el prestigioso crítico Roger Ebert escribió que a Rocky ya empezaban a ‘flaquearle’ las piernas―, desde su estreno se formó un verdadero seguimiento de culto alrededor de esta entrega en concreto, convirtiéndose en la más querida entre los fans del legendario boxeador de cine. Además, fue la única en tener reestreno en salas en 2021 con su correspondiente Director’s Cut.

Valoración final: **** (Cómo una película descaradamente patriótica y de cierta inverosimilitud se convirtió en todo un mito de los años 80, brillando, a día de hoy, con luz propia dentro de la saga).

 

Rocky V (1990): «La lección más grande y menos valorada»

La quinta y última entrega numerada de la Saga Rocky (antes de sus spin-offs con el hijo de Apollo Creed) fue, injustamente, la menos valorada de todas ―incluso por el propio Stallone, que planeaba matarlo en esta entrega a pesar del rechazo absoluto de la productora Chartoff-Winkler, propietaria del personaje―. Rocky V presentaba a un Balboa casi crepuscular, retirado del boxeo con serios daños cerebrales y un montón de problemas económicos que lo obligaron, tanto a él como a su familia, a abandonar su lujosa mansión para volver a los barrios bajos de Filadelfia de los que ya jamás saldría.

El drama se centró básicamente en las dificultades entre padre e hijo de los Balboa ―Sage Stallone interpretó al propio hijo de Rocky, el cual murió en la vida real durante 2012 a la temprana edad de 36 años―, el día en que el expúgil conoce a Tommy “Ametralladora” Gunn (Tommy Morrison), un boxeador aficionado que le pide que lo coja como su pupilo para llegar a ser campeón del mundo de los pesos pesados. Rocky se emociona con Tommy al verle madera de campeón y al identificarse con su trágica historia. Pero todo da un giro de 180 grados cuando entra en escena el avaro promotor Duke Evers (Tony Burton), que ciega al discípulo de Rocky con riquezas y lo vuelve en contra de su maestro. El final es digno de La ley de la calle de Coppola, con una potente enseñanza moral incluida.

Valoración final: ***1/2 (El ‘Rocky’ menos querido aunque con buenas lecciones de vida).

 

Rocky Balboa (2006): «El regreso de una leyenda viva»

La quinta película de Rocky (y, de nuevo, la defiendo) fue un pequeño fiasco para todo el mundo. Stallone se quedó con mal sabor de boca por el escaso recibimiento que obtuvo y, dieciséis años después, aprovechando el resurgir de la nostalgia por los años 80, decidió traer nuevamente a la gran pantalla la leyenda de Rocky Balboa, justo antes de la eclosión masificada de las plataformas de streaming que, sin duda, están contribuyendo a la desaparición de las salas de exhibición… El filme estuvo de nuevo escrito y dirigido por el propio Stallone. El actor apareció en el momento justo y con la edad correcta para interpretar a su protagonista. El que hiciese de Rambo ya contaba 60 primaveras cuando volvió a encarnar al célebre púgil de Filadelfia, y eso planteaba nuevas reflexiones y dilemas vitales en torno a su personaje.

El mayor logro de la cinta ―además de un guion escrito con un gusto exquisito y un montaje realmente envidiable― es cómo Sly (diminutivo de Stallone) mezcló magistralmente un personaje ficticio como Rocky con otros boxeadores profesionales: su rival en esta ocasión fue Antonio Tarver (Mason “La Línea” Dixon) que accedió a boxear con Rocky en un combate real. (sic) Las apariciones de otros personajes de la saga como la ‘pequeña’ Marie (Geraldine Hughes), Burt Young (en su última encarnación como Paulie) o Duke (Tony Burton, el antiguo entrenador de Apollo Creed) completan el soberbio elenco de una película que, a pesar de no estar a la altura de las dos primeras entregas, cerró sabiamente la magnífica saga del Potro Italiano como personaje protagónico.

Valoración final: ****1/2 (Stallone cierra de la ‘Saga Rocky’ con matrícula de honor

 

Creed: La leyenda de Rocky (2015): «El legado del Potro Italiano»

Al igual que Frank Miller dibujó en el cómic «El regreso del caballero oscuro» a un Batman casi anciano, harto de luchar contra el crimen y hastiado por los golpes de la vida, así mismo se presentó Rocky (sempiterno Stallone) en el primer spin-off de la saga que, a su vez, inauguró otra: la Saga Creed, protagonizada por el actor negro ―el término «actor de color» es el considerado como racista―, Michael B. Jordan. Decíamos que Rocky vuelve aquí derrotado por la vida a modo de “cameo extendido” (más que personaje secundario), ya que todo el peso dramático de la nueva saga lo lleva el hijo bastardo de Apollo Creed, Adonis Johnson, adoptado posteriormente por su madrasta, Mary Anne Creed (Phylicia Rashad).

La decisión de los productores en traer de nuevo la figura de Rocky como mentor del joven Creed es maestra. Stallone está simplemente pletórico como Rocky, enseñándole a su pupilo (al que le une algo más que el simple deporte) los duros golpes que le reserva tanto la vida como el boxeo: «¿Ves a ese tipo de ahí…? ―le dice Rocky a Creed frente al espejo― Es el contrincante más duro al que jamás te vas a enfrentar… Y eso será así en el ring y en la vida…». La vuelta de Stallone para este papel le valió una merecida nominación al Óscar y el Globo de Oro al Mejor actor de reparto: todo un logro vital para el bueno de Sly.

Valoración final: **** (Vuelta de tuerca más que digna a una saga sobreexplotada).

 

Creed II: Defendiendo el legado (2019): «Luchando contra los fantasmas del pasado»

Cuando uno cree que ya no se puede dejar el listón más alto a una saga tan sobreexplotada como la de Rocky (como apuntaba en mi valoración final de la anterior), aparece una secuela que vuelve a ser una explotation, con personajes más que conocidos, tramas presumibles y con un calco de estilo por parte de su nuevo director (Steven Caple Jr.) pero que, lejos de ser algo meramente anecdótico o prescindible, se convierte en algo cuasi-religioso, que no solo une las dos sagas (la de Rocky y la de Creed) de una manera inseparable sino que ahonda aún más en la psique de estos dos pesos pesados de la gran pantalla: Sylvester Stallone (en su última gran aparición, hasta la fecha, como Rocky Balboa) y Michael B. Jordan (como Adonis Creed, su pupilo más aventajado)…

Y lo brillante de la narración es, sin duda, recuperar al personaje de Ivan Drago (Dolph Lundgren) en la forma y figura de su hijo: el también púgil, Viktor Drago (Florian Munteanu), una verdadera mole humana ucraniana con mirada asesina, entrenado toda su vida para luchar a muerte contra el hijo de Apollo Creed. El ojo por ojo es más que obvio, así como las continuas insistencias de Rocky para disuadir a su “padawan” de un combate que se augura como una auténtica carnicería… Se trata de un drama intergeneracional, cuyo combate final, atendiendo a las presuntas leyes del karma (y cuyo resultado me reservo para la sorpresa del/la lector/a), se resolverá 30 años después de un modo épico y lacrimógeno, empleando este término ―el de «lacrimógeno»― de manera no peyorativa. De hecho, todo lo contrario.

Valoración final: ***** (La película que hubiese cerrado en lo más alto las dos sagas: tanto la de Rocky como la de Creed. Su final toca verdaderamente el alma al espectador. Magnífica de principio a fin).

 

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