«El ascenso de Skywalker»: de casta le viene al galgo (a veces)…

08/01/2020
Texto: SAS
Fotos: Lucasfilm Ltd. / Walt Disney Pictures

¡¡ENTRADA LIBRE DE SPOILERS!! LEE TRANQUILO: HEMOS REDACTADO ESTA CRÍTICA SIN TENER QUE REVELAR NADA DEL ARGUMENTO DE LA PELÍCULA.

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El Episodio IX será recordado como el que intentó reconciliar a los llamados «haters» de las secuelas con la saga original de Star Wars.

La película más «fan service» de toda la franquicia

Cierto es que la industria del entretenimiento siempre ha tenido en cuenta al «fenómeno fan» para medir sus siguientes pasos, véase ahora más que nunca lo que está sucediendo con cada estreno del UCM (es decir, del Universo Cinematográfico Marvel), lo mismo que sucedía en su día con las pelis de Bond. Estas son sagas que, como Star Wars, siempre han tenido en cuenta a su público más fiel, o lo que es lo mismo: a sus fans. Pero lo que ha hecho otra vez J. J. (Abrams) no tiene nombre…

Si a casi todos los «warsies» (apodo con el que fueron bautizados los seguidores acérrimos de la saga) les disgustó la apuesta arriesgada (que no equivocada) del anterior Episodio VIII (Los últimos Jedi, dir. Rian Johnson), Star Wars: El ascenso de Skywalker, o lo que es lo mismo, el Episodio IX será recordado como el que intentó reconciliar a los llamados «haters» de las secuelas con la saga original de Star Wars. Y es que, reconozcámoslo ya: el filme de J. J. es, en toda regla, una terrible enmendadura con respecto a los supuestos «errores» que hubo en el anterior episodio («errores» que para muchos no fueron tales…).

Llegados a este punto hay varias cosas que decir al respecto de la última trilogía: Kathleen Kennedy, verdadera «emperatriz» de la nueva saga (episodios del siete al nueve), será recordada como la usurera que vendió Star Wars a la Disney y no George Lucas (que, recordemos, este último abandonó la tercera trilogía durante las primeras negociaciones con la compañía del ratón). J. J. Abrams será recordado como un pelele, obedeciendo en cada momento las órdenes de Kennedy y Bob Iger (CEO de Disney durante todo este proceso) será el famoso «tratante de blancas» al que se refirió Lucas durante su polémica entrevista con Charlie Rose. 

Una crítica más amable diría que el Episodio IX pretende contentar a la amplia mayoría de público, quedándose en la antesala de lo verdaderamente épico, épica que se alcanza sólo en ciertas ocasiones, y cuyo guion adolece de falta de pulso narrativo en numerosos momentos aunque, sin embargo, consigue que nos entretengamos durante dos horas y veinte minutos.

Kathleen Kennedy será recordada como la usurera que vendió Star Wars a Disney, J. J. Abrams como un pelele y Bob Iger como el famoso «tratante de blancas» al que se refirió Lucas durante su polémica entrevista con Charlie Rose.

El fin de una estirpe (o no)

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De izquierda a derecha: John Boyega (Finn), Joonas Suotamo (Chewie), Daisy Ridley (Rey), Anthony Daniels (C-3PO) y Oscar Isaak (Poe Dameron).

El filme de Abrams vuelve a pecar de apelar con demasiada frecuencia al pasado, de traicionar vilmente a su predecesor colega Rian Johnson y de querer contentar al fandom con un guion plagado de agujeros.

Lo mejor del Episodio IX, aunque parezca mentira, no son ni los efectos especiales (que en esta entrega, lo cierto, son algo flojos) ni la banda sonora compuesta de nuevo por John Williams (sin duda, la más olvidable de las nueve), lo más remarcable de la película es la moraleja que entraña la historia principal de la trilogía que, recordemos, por un lado, es la del arco de Kylo Ren (interpretado por el actor californiano Adam Driver) y, por otro, la del arco de Rey (encarnada por la actriz londinense, Daisy Ridley) que, al final, confluyen de manera irremisible ante la presencia diablesca de un revivido Emperador Palpatine (para la más pura satisfacción del respetable nostálgico de la sala).

Más allá de los arcos principales de la historia mencionada, destaca en este filme especialmente el personaje de C-3PO que contendrá una información básica para que la trama pueda avanzar. También hay algún que otro golpe de efecto y «déjà vus» espaciales a porrillo. Pero, en general, el filme de Abrams vuelve a pecar de apelar con demasiada frecuencia al pasado, de traicionar vilmente a su predecesor colega, Rian Johnson y de querer contentar al fandom con un guion plagado de agujeros e incoherencias demasiado grandes, incluso para resolver en aquella galaxia tan lejana…

Valoración global: ** (Star Wars, sólo a ratos).

 

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